Universidad de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades Seminario de Grado: Mujeres y Sociedad Neoliberalismo y Salud Mental en Chile: ¿Está el modelo volviéndonos locos? Perspectivas históricas en torno al aumento del malestar subjetivo. 1973 - 2018. Informe para optar al Grado de Licenciada en Historia presentado por: Gabriela González González Profesora guía: Margarita Iglesias Saldaña Santiago de Chile 2018 2 Agradecimientos A mi madre, por motivarme siempre a perseguir mis sueños, por su amor, su entrega y por confiar en mí. A mis abuelas Elsa e Inés, que aunque hace tiempo ya no estén, jamás se fueron. A mi tío Juan, por instarme siempre a descubrir, a leer y aprender más. A Oscar, por su amor y apañe incondicional durante estos cuatro años. A mis compañeras de “No es lo mismo ser loca que loco”, por su apoyo y por su entrega a esta lucha que es la despatologización de las diferencias. A la profesora Margarita Iglesias, por estar en este proceso, creer en este proyecto y animarme a seguir en él. 3 Índice 1. Introducción y Ejes Teóricos___________________________________________4 2. Memoria Social y Trauma Transgeneracional ____________________________6 2.1. Contexto dictatorial e instauración del nuevo modelo. 1973 - 1990. _________8 2.2. 2.2. Período de Transición. (1990 -)___________________________________11 3. Construyendo Subjetividades en el Neoliberalismo _______________________16 3.1. Contexto social de las subjetividades en Chile__________________________19 3.2 Hacia la enajenación y el individualismo_______________________________21 3.3. Manifestaciones del malestar subjetivo________________________________23 4. Cruces entre género, neoliberalismo y salud mental_______________________26 4.1. Contexto histórico de las mujeres ____________________________________26 4.2. Situación Actual de las Mujeres en Chile ______________________________28 4.3. Abordaje institucional del malestar femenino __________________________29 5. ¿Está el neoliberalismo volviéndonos locas y locos? _______________________32 5.1. Etiquetamiento, patologización y medicalización________________________33 5.2. Manifestaciones actuales del malestar en Chile _________________________35 5.3. Abordaje institucional del malestar social _____________________________39 6. Reflexiones finales __________________________________________________42 7. Bibliografía________________________________________________________44 4 1. Introducción y Ejes Teóricos “…El hombre primitivo se enferma difícilmente de la mente, pues se adapta bien a su medio, es siempre sano. Los trastornos psíquicos aparecen más tarde en la época civilizada, cuando la satisfacción de sus necesidades tropieza con los numerosos obstáculos puestos por el medio social. Lleno siempre de exigencias.” Immanuel Kant, 1798 El Chile que hoy habitamos presenta un aumento considerable en lo que se reconoce como enfermedades mentales, de acuerdo a estudios epidemiológicos en salud mental. Si entendemos que en ello influyen variables como la economía, las relaciones sociales, la cultura, el género y la edad, los conflictos en salud mental resultan entonces indisociables de los procesos acontecidos en la historia reciente del país, como la dictadura militar que trajo consigo la imposición de un nuevo modelo económico que, a su vez, cambió radicalmente la forma de relacionarnos con los demás y construyó una nueva identidad en los sujetos. Si bien los conflictos asociados al padecer psíquico son anteriores, y es durante la primera modernidad cuando el proceso de normalización del deber-ser de los seres humanos comienza a configurarse, consideramos que durante este período contemporáneo del capitalismo y su expresión neoliberal, han llevado al extremo dichos conflictos. Para ello, a través de un breve repaso histórico tanto del proceso dictatorial como del retorno a la democracia, se busca establecer un puente entre neoliberalismo y salud mental, en el período que comprende desde 1973 hasta hoy, recogiendo elementos estadísticos como la correlación existente entre el número de suicidios y el aumento del PIB entre 1981 y 2003 1 , en un intento por comprender las razones que han motivado el incremento de este malestar subjetivo, lo mismo que la construcción de nuevas subjetividades. Además de proponer la historización general de este período, tanto a nivel social y cultural, en un Chile que se pretende ahistórico. Incluimos en el análisis la perspectiva de género, enfoque mediante el cual se busca comprender de qué manera ha afectado el modelo a las mujeres, especialmente las trabajadoras, y por qué son ellas quienes llevan la delantera en torno a los padecimientos psíquicos, al tiempo que son las principales usuarias de los servicios de salud mental. Por otro lado, mediante la identificación de las cifras oficiales en materia de salud mental entre 1990 y 2017, se intentará establecer las consecuencias inmediatas y a largo plazo una vez finalizado el período dictatorial, así como los gobiernos posteriores 1 Aceituno, Roberto, Miranda, Gonzalo, Jiménez, Álvaro. “Experiencias del Desasosiego: Salud Mental y malestar en Chile”, Revista Anales, séptima serie, nº3, 2012, p. 91 5 que profundizaron el modelo neoliberal. Al mismo tiempo, evaluando los cambios realizados en los incipientes Planes Nacionales de Salud Mental en 1993, 2001 y su culminación en 2017, en la conformación de un nuevo Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría que recoge elementos de los anteriores y propone nuevos ejes de trabajo proyectados hasta 2025, se demostrará de qué manera la institucionalidad ha buscado abordar esta problemática y ver, a través de qué ejes ha intentado solucionarla. En general, esta investigación se levanta como una revisión bibliográfica desde ejes teóricos tales como la memoria y el trauma transgeneracional, los aportes desde el género, la antipsiquiatría, el psicoanálisis y la psicología social, los vaivenes económicos y sus consecuencias sociales y culturales, así como el desglose y la definición tanto de locura como de neoliberalismo, como problemas propios de los sujetos modernos, junto a la contrastación de cifras en distintas materias como salud, malestar social y opinión ciudadana. 6 2. Memoria Social y Trauma Transgeneracional “Los arrojaron al mar Y no cayeron al mar Cayeron sobre nosotros.” Elvira Hernández, Restos, 2001. A cuarenta y cinco años del golpe militar en Chile y veintiocho años desde el retorno a la democracia, en una sociedad que continúa rigiéndose bajo los planteamientos de la constitución de 1980 creada en dictadura, con gobiernos que se han mostrado incapaces de realizar cambios reales que le devuelvan a la sociedad los derechos eliminados, al tiempo que dejan caminar impunes a asesinos y torturadores, faltándole el respeto a las víctimas, entendemos que se ha ido construyendo un relato a nivel social respecto al período transcurrido entre 1973 y 1990, lo mismo que las causas que lo motivaron, provocando aún hoy una profunda polarización entre los individuos; señala Tomás Moulián al respecto: un elemento decisivo del Chile actual es la compulsión al olvido 2 , y añade que el consenso es la etapa superior del olvido (…) el consenso es el acto fundador del Chile Actual. 3 Esta construcción de memorias colectivas influye en la forma en que recordamos los procesos históricos recientes, tanto las generaciones que la vivieron, como las que provinieron después, afectando las relaciones sociales, la producción de subjetividades, creando simbolismos, discursos y significados. A propósito de ello, Isabel Piper-Shaffir, Roberto Fernández-Droguett y Lupicinio Íñiguez-Rueda, desde la psicología social de la memoria afirman que: En la práctica de recordar se entrelazan palabras, silencios, imágenes, artefactos, cuerpos y lugares, entre otros, y es precisamente la relación entre ellos la que contribuye a construirlos. Estas acciones reproducen interpretaciones del pasado, pero al mismo tiempo contribuyen a transformar las condiciones que harán (o no) posible nuevos campos de sentido, y es eso precisamente lo que otorga a la memoria su poder de construir versiones hegemónicas. 4 Estos autores se acogen a la idea de una memoria transgeneracional, en una sociedad donde circulan actualmente las memorias de quienes fueron actores sociales del período 1973-1990, y las de las generaciones más jóvenes, quienes por no haber nacido 2 Moulián, Tomás. Chile actual: anatomía de un mito, Tomás Moulián. Santiago, LOM, 1996, p. 24 3 Ibíd., p. 37 4 Piper-Shaffir, Isabel, Fernández-Droguett, Roberto, Iñiguez-Ruedo, Lupicinio. “Psicología social de la memoria: espacios y políticas del recuerdo”, Revista Psykhe, vol. 22, 2, p. 23 7 aún o por ser niños o niñas en esa época, no fueron testigos directos 5 , a estos sujetos que no fueron víctimas directas se los plantea como “otras memorias”. En este sentido, en una sociedad que como hemos mencionado mantiene vivo este trauma social que significó el golpe de Estado, estas diferentes memorias generacionales se cruzan, conviven y se confrontan en el presente, protagonizando (…) acciones intergeneracionales, que no solo constituyen una sucesión de memorias, sino también un debate entre ellas 6 . Incluso se habla de una “retórica del triunfalismo”, el cual ofende la memoria de las víctimas y el dolor de sus sobrevivientes y el de la sociedad toda que siente la pérdida, y en ese sentido ubica el compromiso discursivo de parte de “no someter la memoria de las víctimas a la humillación de ver narrado su pasado en la lengua indemne del triunfal relato de la actualidad (…)”7. En este sentido, como hemos mencionado, hay una diversidad de memorias existiendo simultáneamente, en un intento por legitimarse como la memoria (o desmemoria) de la sociedad; al mismo tiempo, podemos hablar de una fragmentación de la memoria, la cual constituye la identidad de los sujetos hoy. En esta misma línea Walescka Pino-Ojeda nos propone la siguiente reflexión: ¿Es posible construir memorias colectivas en esta sociedad de consumo e individualismo, en la cual languidecen las agendas que tienden al bien común? ¿Son factibles los proyectos comunitarios de trascendencia en este contexto de futilidad y ostracismo individual promovido por la sociedad neocapitalista? ¿Cómo conciliar la política de lo individual y las políticas de la memoria que hacen posible el acuerdo necesario para negociar memorias comunes? 8 Hablamos de un Chile actual que mantiene vivos los recuerdos de ese proceso que se erigió como el quiebre institucional más grave hasta ahora, con consecuencias a nivel social catastróficas que aún no encuentran solución. Un país donde el mercado y el flujo de capitales se constituyeron en los ejes principales de la política, convirtiendo al Estado en un mero garante de sus transacciones, obviando sus obligaciones a nivel social, dejando a miles de ciudadanos y ciudadanas al alero de los vaivenes de la economía, en una sociedad donde prima la ley del “sálvese quien pueda” (y como pueda). Como bien señala Kemy Oyarzún, en Chile, el modelo del neoliberalismo pasa por 17 años de violencia estatal y por ocho años de estrategias re/conciliatorias. La política de los consensos ha implicado la tachadura mediática de las memorias colectivas e individuales conflictivas, así como en la dictadura el régimen del terror implicó la desaparición de los cuerpos”9. Este régimen del terror, con la tortura como herramienta 5 Ibíd., p. 27 6 Ibíd., p. 27 7 Pino-Ojeda, Walescka. Noche y Niebla. Neoliberalismo, memoria y trauma en el Chile postautoritario. Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2011, p. 139 8 Ibíd., p. 154. 9 Oyarzún, Kemy. Des/memoria, género y globalización, Santiago, LOM/La Morada, 2001, p. 31 8 de control social y político, que se instrumentaliza para causar miedo en el conjunto de la población, produce una convivencia marcada por la amenaza y la desconfianza hacia el otro, en un clima general de inseguridad. De esta manera, se busca destruir la capacidad de resistencia moral, física, psicológica y política del cuerpo social para oponerse al régimen gobernante 10 , y en este sentido, desde la perspectiva psicosocial, se entiende que el origen del trauma así como sus consecuencias se encuentran en las relaciones sociales y no exclusivamente en quien es víctima de esta experiencia. 11 Además, al haberse naturalizado en la cotidianeidad situaciones de terror y represión, se vieron afectadas las relaciones interpersonales, puesto que …Se buscaba la interiorización del control y la autovigilancia, se establecía un clima de sospecha permanente, temor y desconfianza. Esto ocasiona la sensación de soledad, desolación, impotencia, impunidad, pérdida de libertad y, como consecuencia, el afloramiento del individualismo y el acostumbramiento a la ferocidad de los excesos que el Estado ejercía. 12 2.1. Contexto dictatorial e instauración del nuevo modelo. 1973 - 1990 El Chile de hoy es consecuencia directa de la catástrofe iniciada el 11 de septiembre de 1973. Para analizar esto, es necesario historizar los principales aspectos de 17 años de dictadura militar que levantaron el proyecto del Chile neoliberal actual. En este sentido, el golpe iniciado ese día tuvo como principal motivo refundar el orden capitalista del cual la coalición de la Unidad Popular intentaba distanciarse. El cisma del 73 removió un proyecto colectivo sostenido en buscar niveles superiores de justicia social (…)13. El proyecto colectivo que se menciona anteriormente se presentaba como una esperanza para el pueblo de que podía haber una mayor equidad en la distribución de los ingresos, mayores garantías estatales en salud, educación y previsión para todos, lo mismo que una colectivización del trabajo. Esto significó a nivel subjetivo, para los chilenos adherentes a los postulados de la Unidad Popular un mayor optimismo respecto al futuro. Incluso desde la esfera de la salud mental, Franco Basaglia pudo ver en una visita a Chile en la época: Cuando estaba realizando este viaje se preparaban las elecciones chilenas que llevaron algunos meses más tarde a Allende al poder y, con 10 Faúndez, Ximena; Cornejo, Marcela. “Aproximaciones al estudio de la transmisión transgeneracional del trauma psicosocial”, Revista de psicología, vol. 19, nº 2, 2010, p. 34 11 Ibíd., p. 46 12 Clavijo, Ivana. El carácter traumático del terrorismo de Estado: la transmisión generacional del daño psíquico. Tesis para optar al grado de Licenciada en Psicología, Universidad de la República, Uruguay, 2016, p. 9 13 Pino-Ojeda, W. Op. Cit., pp. 206-207 9 él, a la Unidad Popular. En el tiempo transcurrido luego, tuve la gran felicidad de ver lo que Allende hacía con respecto a la salud, y específicamente con la salud mental y con el problema de la desviación psíquica: era la misma cosa que lo que nosotros hacíamos en nuestro hospital, es decir buscaba dar un significado común a la vida de todos. Tanto en el microcosmos de un hospital como en el macrocosmos de una nación, como fue Chile, pasó lo mismo. 14 Sin embargo, uno de los aspectos desde los cuales se insiste en legitimar, justificar y plantear como necesario el golpe de Estado es de carácter económico, por el colapso que sufre en este sentido el gobierno de Salvador Allende, el cual solo fue posible a causa del boicot realizado en su contra, con ayuda incluso del gobierno de Estados Unidos, que fue perceptible mediante la complicidad de los medios de comunicación y propaganda, que culpaban al propio gobierno y su mala administración de lo sucedido, con antecedentes como el desabastecimiento, las tomas ilegales de terrenos, los paros de transportistas, la existencia de un mercado negro, etc., que provocó un descontento supuestamente generalizado, sin ser perceptible las presiones foráneas e internas de las elites, de carácter económico, que posibilitaron dicha desestabilización. En este sentido, incluso hoy los argumentos de justificación son la delimitación de culpas compartidas entre Gobierno y oposición como precursoras del golpe, así como la crisis económica. Luego vino el golpe, que culminaría con todos los avances en materia social llevados a cabo, lo mismo que con la subjetividad en proceso de construcción de los sujetos. Este inicia con el bombardeo a la moneda, el asesinato del presidente Salvador Allende y la implementación de diversos campos de concentración donde serían más tarde llevados miles de chilenos y chilenas de izquierda, militantes o simpatizantes del gobierno de la UP. Se declaró el Estado de Sitio, se afirmó que Chile atravesaba una “guerra interna” y, pese a algunos estados de excepción que suspendían garantías y derechos, este mecanismo se prolongó hasta 1987. Tomás Moulián afirma que la dictadura militar se dividió en cuatro etapas, la primera de carácter terrorista entre 1973 y 1977, donde se anulan de manera total los derechos políticos, las libertades civiles y se legaliza el despotismo, anulando cualquier capacidad de protesta por parte de la oposición, y cimentando las bases sobre las cuales se conformaría la segunda fase, de carácter constitucional, entre 1977 y 1980. En esta segunda fase, se estructura la cientificidad de la teoría económica con la cual se formulaba el proyecto del nuevo Estado y la nueva constitución; incluso habla de un viraje en 1975, el cual fue revelador del peso adquirido por los tecnócratas neoliberales, que se tradujo en la instalación de los postulados de la Escuela de Chicago como la “ciencia económica oficial”. En este período se da el plebiscito que busca no solo legalizar una nueva constitución, sino que legitimar al gobierno y proponer una continuidad. Finalmente, considera que desde 1980 hasta fines de 1985 tendría lugar la 14 Basaglia, Franco. La instiucionalización psiquiátrica de la violencia. En: Razón, locura y sociedad. México, Siglo XXI Editores, 1978, p. 25 10 tercera fase, la etapa de transición; para culminar con la cuarta etapa que comenzaría en 1985, de normalidad. 15 En esta última etapa comenzarían a elaborarse los pasos para lo que sería luego una transición hacia la democracia con algunos miembros de la oposición. La dictadura militar chilena tuvo muchas características particulares. No solo dio paso a la puesta en marcha de un novedoso proyecto económico-político como lo es el neoliberalismo, en un contexto de represión y miedo donde no pudo haber oposición alguna al mismo, ganándose Chile el nombre de “laboratorio del neoliberalismo”; sino que, al mismo tiempo, se fue construyendo de manera paulatina una nueva forma de concebir la subjetividad por parte de los sujetos, que en conjunto se constituyen como una sociedad profundamente mercantilizada, que concibe desde lógicas mercantiles todos los aspectos de su vida, donde el consumismo y el individualismo son algunas de sus características principales. Retomando lo planteado por Moulián: Antes de 1973 el consumo conspicuo era casi imposible por los controles a las importaciones, pero también por las condenas morales que suscitaba. En una atmósfera de rechazo al despilfarro o a la suntuosidad era muy frecuente que los ricos llevaran una vida formalmente austera (…). El rico se ocultaba, su felicidad consistía en que lo creyeran de clase media. 16 Y agrega: (…) no es que existiera un natural ascetismo de las clases dominantes chilenas (…) lo que existía era temor a mostrarse como rico frente a la condena social, ante el peso de una cultura igualitarista, alimentada por la prédica social cristiana de la Iglesia y la existencia de partidos clasistas. Al contrario, hoy día vivir lujosamente constituye una señal de prestigio. 17 Esta expresión innovadora del intercambio capitalista solo fue posible mediante cuatro aspectos: la asalarización total de una parte importante de la fuerza de trabajo semiasalariada del campo; la eliminación de subisdios a los precios de productos de “primera necesidad”; la eliminación de la gratuidad de algunos servicios públicos, y un funcionamiento más pleno del mercado laboral. Retomando la perspectiva de la salud, señala nuevamente Franco Basaglia, respecto al período dictatorial: Algunos años más tarde, cuando en Chile los médicos chilenos y el pueblo chileno habían encontrado el sentido de su propia vida en un quehacer común para todos, determinado significado de vida en el querer vivir la contradicción del hombre, en considerar, en tomar en 15 Moulián, T., Op. Cit., pp. 201-229. 16 Ibíd., p. 109 17 Ibíd., p. 110 11 cuenta, tanto al hombre sano como al enfermo (…), fue en ese momento que Pinochet mató a los médicos, mató al pueblo chileno (…).18 Como hemos dicho, la importancia del neoliberalismo en Chile ha atravesado las barreras de lo exclusivamente económico y político, pues además se erigió como un modelo innovador, guiado exclusivamente por las vicisitudes del mercado, y aspirado a imitar en diversas partes del mundo. Como bien señala, en su calidad de espectador estadounidense, Noam Chomsky: Hay mucho que puede decirse sobre el golpe de Estado en Chile. Este tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973, y al cual los sudamericanos se refieren como el primer 9/11. Si realmente queremos comprender cómo fue, echémosle una mirada a nuestro 9/11 e imaginemos que fue en la misma escala que el de Chile, el cual nosotros ayudamos a perpetrar. Para hacer una analogía razonable hay que usar equivalencias con índices per cápita, puesto que Estados Unidos es un país mucho más grande, así que imaginemos que el 11 de septiembre de 2001 Al Qaeda bombardea la Casa Blanca, mata al presidente, tortura a 700.000 personas, establece un centro de terror en Washington para instigar y apoyar otros golpes militares comparables en otras partes del hemisferio, y mata y asesina por todo el mundo personas que no son de su agrado. Supongamos que traen a un grupo de economistas - llamémoslos los Kandahar boys- quienes destruyen la economía, son altamente reverenciados, y después se vuelven a sus casas a recoger el premio Nobel. Supongamos que eso es lo que pasó, ¿habría cambiado el mundo? Todo el mundo dice que nuestro 9/11 cambió el mundo, pero eso no es hipotético. Es lo que pasó el 11 de septiembre de 1973. 2.2. Período de Transición. (1990 -) El plebiscito de 1988 marcó el inicio del fin de la era de terror e instauración del nuevo modelo que revisamos anteriormente. En este momento, con el triunfo de la oposición, se iniciaría dos años más tarde el retorno a la democracia. Sin embargo, este proceso no ha estado exento de críticas, llegando incluso a hablarse de una transición “pactada” entre los militares y la oposición; transición que también ha sido reconocida como ejemplar a nivel internacional, debido a lo pacífica y ordenada que fue. El procedimiento era hacer los cambios políticamente inviables, al menos que fueran consensuados; era transformar los cambios no consensuados en utópicos porque implicarían la amenaza de una revolución contra la legalidad. 19 Al mismo tiempo, la transición estaba sometida a los postulados de la Constitución ya legalizada de 1980, a 18 Basaglia, F., Op. Cit., p. 25 19 Moulián, T. Op. Cit., p. 344 12 la tutela militar y a un sistema económico que había elevado al empresariado a la categoría de interventores de la política nacional. Se optaría, entonces, por una “ética de la responsabilidad”, que mantuviera a los militares cerca, pero lejos de volver a tomar el poder. Ejemplo de ello ha sido expresado como “justicia en la medida de lo posible”, característica principal del primer gobierno desde el retorno a la democracia, encabezado por Patricio Aylwin. Esta nueva democracia, reconocida como “democracia de los acuerdos”, tiene como eje principal precisamente eso, acordar modificaciones entre el gobierno y la oposición, con respaldo de militares y empresarios, intentando modificar algunos aspectos superficiales para que el fondo se mantenga intacto, aún cuando este fondo sea profundamente desigual, injusto y deshumanizante, solo con el fin de evitar una nueva recaída a la dictadura. En este sentido, las reflexiones de Walescka Pino resultan esenciales: Ya en democracia (…) cuando se interpone la política de la amnistía y la reconciliación, la que (…) ha servido como mecanismo de contención, posponiendo la dispensación de justicia y dejando caer un manto en donde los responsables de abusos han quedado guarecidos en el humanismo redentor de las víctimas y sus familias. 20 Es evidente que este período de vuelta a la democratización del país se ha estructurado con un aparataje ideológico heredado de la dictadura, que ha mantenido casi sin variación la Constitución de 1980 y que, por presiones económicas, no se ha manifestado a favor de modificar aspectos esenciales del modelo neoliberal de mercado. Se dice que la transición chilena es consecuencia, en primer lugar, de negociaciones llevadas a cabo por los militares, y en segundo lugar, producto de la influencia de las políticas de la “Tercera Vía”, la cual más que un modelo, busca proporcionar un referente internacional en el cual situar esta reestructuración política “ambigua”, característica de los regímenes transicionales 21 . En este período, como hemos señalado, reaparece el empresariado como protagonista principal que, según Bernardo Subercaseaux, dentro de la lógica del mesianismo, son percibidos como la única fuerza dinámica de la sociedad; mirada desde la cual se distribuyen no solo los triunfos económicos sino también los morales… nos estamos refiriendo a concepciones mesiánicas de protagonismo y no a protagonismos reales 22 . Además, se ha dicho que en esta fase se consagró un modelo empresarial rentista, concentrador de la riqueza, basado en un acuerdo táctico entre el gobierno y los gremios empresariales. 23 20 Pino-Ojeda, W. Op. Cit., Pp. 198-199 21 Ibíd., Pp. 103-104 22 Subercaseaux, Bernardo. Chile, ¿un país moderno?, Santiago, Ediciones B, 1997, p. 72 23 Álvarez, Rolando. Gremios empresariales, política y neoliberalismo. Los casos de Chile y Perú (1986- 2010), Santiago, LOM, 2015, p. 13 13 Aquí comienza a manifestarse una nueva forma de ser de los sujetos, elaborada durante los 17 años previos, caracterizada por una adaptación a nivel conductual, con un malestar interiorizado y ánimo de resignación. Respecto a ello, Alberto Mayol señala la existencia de alta disconformidad con el orden existente, pero baja tolerancia al conflicto y baja politización, que redundan en la ausencia de operaciones en torno al malestar producido por el orden que desagrada 24 . Y añade que, si a esto se agrega un alto individualismo (que desmoviliza) y una fuerte visión de ausencia de armonía de intereses entre las distintas clases, condición que aumenta el malestar, queda bastante clara la configuración de la sociedad chilena de los últimos veinte años. 25 Si bien no hay certeza respecto a si estamos aún en proceso de transición o este ya finalizó, lo cierto es que las modificaciones hechas en dictadura se mantienen aún vigentes casi en su mayoría, y los cambios hechos en los últimos 30 años de democracia son solo superficiales. El tema aún permanece presente en el dialogar de diversos sujetos, no hay consenso respecto al pasado e incluso pareciera que ya no hay más posibilidades de cambio. Estamos ante una normalización a nivel estructural de las prerrogativas de 1980, y a nivel individual por parte de la ciudadanía, además del recelo que genera. Afirma Gabriel Salazar que este recelo proviene de la sensación de traición de la institucionalidad, en una convergencia de un triple conflicto: la crisis de representatividad del sistema político (…) aspecto que se ve incrementado por su origen ilegítimo, es decir, haber sido pensado, administrado y cedido desde la dictadura; y finalmente la falta de voluntad demostrada por los gobiernos de la Concertación para lograr equilibrar la distribución de la riqueza. 26 El rechazo se da sobre todo a este “nuevo” modelo democrático que no ha hecho más que profundizar el modelo dictatorial, en materias públicas y económicas, mostrándose incapaz de ejercer cambios a nivel estructural. Quizás sea que, al estar los mismos gobernantes en su calidad de políticos vinculados al mundo empresarial, ya no tengan ánimo alguno de modificar este modelo de administración del Estado, haciendo que una parte importante de la ciudadanía muestre rechazo ante los intentos de volver a garantizar desde el Estado aspectos en materia social. La configuración del saber-poder instaurado en dictadura ciertamente ha dado resultados: El principal legado del régimen militar chileno para las elites económico-sociales ha sido la recuperación de su sentido de protagonismo histórico… la refundación capitalista operada durante el período dictatorial les devolvió el optimismo y la confianza en sus propias capacidades (…). En la práctica sino en las intenciones, el 24 Mayol, Alberto; Azócar, Carla. “Politización del malestar, movilización social y transformación ideológica: el caso “Chile 2011”, Polis. Revista Latinoamericana, nº 30, 2011, p. 3 25 Ídem. 26 Citado en Pino-Ojeda, W. Op. Cit., p. 111 14 verdadero poder social seguiría bajo el firme control de las elites de siempre 27 . En términos de movilización social, se distinguen dos períodos diferentes dentro del mismo proceso de transición. Por un lado, se encuentra el período inmediato desde el retorno a la democracia, desde 1990 a 2005 aproximadamente; período caracterizado principalmente por una baja participación a nivel social, como devela el Centro de Estudios Públicos en una encuesta al año 2016, donde afirman que solo un 17% de la población asistió a marchas durante ese año y el anterior, dos puntos porcentuales más que la encuesta sobre el mismo tema realizada en 2005, correspondiente a un sexto de la población chilena. 28 Y por otro lado, un segundo período desde 2006 hasta hoy, caracterizado por un resurgimiento de los actores sociales en la esfera pública y política, el cual comienza con el movimiento de los estudiantes secundarios en 2006; seguido de un nuevo movimiento en 2008, junto al gran movimiento estudiantil de 2011 que logró permear otras esferas sociales, al cual se adhirieron diversos actores sociales, para constituirse luego incluso en un movimiento familiar por el derecho a la educación gratuita y de calidad. Es en este segundo proceso donde vemos surgir simultáneamente nuevos movimientos sociales, por el derecho a la salud, a la educación, movimientos de la disidencia sexual LGBTTQI+, en contra de las termoeléctricas, de la contaminación en las zonas de sacrificio, movimientos por los derechos de los pueblos originarios, de los animales, defensa de la niñez y, más recientemente, un resurgimiento de los movimientos de mujeres y feminismo en pro de los derechos de la mujer, la igualdad de género, el derecho al aborto, el reconocimiento del trabajo doméstico, etc. Este nuevo resurgimiento de los movimientos sociales, aunque incipiente y en un contexto de amplísimo individualismo que desmoviliza, con la juventud principalmente a la cabeza, están haciendo tambalear los cimientos sobre los que se ha ido construyendo el Chile de hoy, que como hemos revisado, no es más que una continuación del Chile moldeado y perpetuado en dictadura. En general, son ejemplos del malestar social y disconformidad con el orden existente, luego de 28 años desde que asumieron los líderes de la democracia del arcoíris, que no han logrado realizar cambios sustanciales. Al mismo tiempo, nos habla de una generación que no tiene el recurso del miedo tan adentrado en sus psiques, puesto que la amplia mayoría nació ya en democracia. Aún así, estos movimientos sociales no logran convocar al grueso de la población, pese a ser masivos en comparación a años anteriores. Esto, a razón de lo que hemos visto como el conformismo que se ha instaurado a nivel subjetivo en los sujetos, a quienes se les ha negado en reiteradas ocasiones la posibilidad de un cambio real a nivel estructural y una reconquista de los derechos eliminados. En este sentido, como comenta acertadamente Walescka Pino, 27 Salazar, Gabriel y Pinto, Julio, citados en Pino-Ojeda, W., op. cit., p. 126 28 González, Ricardo (coord.). ¿Malestar en Chile?¸ Santiago, Centro de Estudios Públicos (CEP), 2016. 15 Al habérsele impuesto mediante la violencia el modelo neoliberal a la sociedad chilena, esta tiene hoy menos posibilidades de oponérsele. Se asume que existe una parálisis en la sociedad civil (¿a causa del terror a disentir?), que es la que garantiza que dicho orden continúe vigente y no cuente con una oposición clara. 29 En general, este proceso de transición, entendido en clave neoliberal y, en tanto acuerdo pactado por los militares y la oposición, se ha traducido en una nueva forma de administración del presente; el saber auxilia a la política en la tarea de controlar lo público, para evitar que su exceso deteriore el acuerdo oscuro que sostiene a la transición 30 ; siguiendo lo planteado por Carlos Ossa, la transición se caracteriza por la política de sustituir lo social por lo moderno, cambiar la participación por el acceso, homologar la justicia con la estabilidad, en suma, garantizar la continuidad de la denominada “clase política”. 29 Pino-Ojeda, W. Op. Cit., p. 86 30 Ossa, Carlos. La pantalla delirante. Los nuevos escenarios de la comunicación en Chile, Santiago, LOM/U. Arcis, 1999, p. 343 16 3. Construyendo Subjetividades en el Neoliberalismo “En el reino animal la regla es comer o ser comido; en el reino humano, definir o ser definido.” Thomas Szasz, El segundo pecado, 1974. Como hemos revisado, el modelo neoliberal ha trascendido la esfera de lo económico- público, adentrándose en estructuras más complejas como lo son las subjetividades a nivel individual, constituyendo a su vez, una nueva forma de entender la sociedad y la forma en que nos relacionamos dentro de ella. En este sentido, mediante un proceso que duró 17 años, se logró construir un nuevo modelo de sujeto, con características específicas y acordes a los nuevos tiempos en los que se encuentra inmerso. Sin embargo, pese a que el desarrollo del neoliberalismo se dio a nivel local en Chile, éste se enmarca dentro de un contexto global de construcción de una nueva modernidad donde, en general, luego de la caída de la Unión Soviética que antaño fuera una de las últimas opciones alternativas al modelo capitalista norteamericano en creciente expansión, se ha buscado establecer a este último justamente como única posibilidad de mundo. Entendemos la relación de capitalismo (y su posterior expresión neoliberal), globalización y homogeneización como distintas aristas de un mismo sistema, cuya consecuencia es la introducción de un nuevo conjunto de valores como la competencia, el egoísmo, la desconfianza y el individualismo 31 . Respecto a lo anterior, preciso es el análisis de Carlos Pérez, según quien: Una profunda terapia lingüística acompañó a cada uno de estos procesos y pesa hasta hoy sobre los hábitos cotidianos. Se hizo abiertamente incómodo e impopular hablar de “pueblo” (ahora se dice “la gente”) y más aún de “proletariado” (ahora todos son “capas medias”); se dejó de hablar de “compromiso” y “combatiente”, e incluso de “izquierda y derecha” (una ficción del pasado). El marxismo, el estructuralismo y el psicoanálisis fueron declarados “grandes relatos” (…). En esta época no solo se decretó el “fin de las ideologías”, sino, incluso, el mismísimo “fin de la historia”.32 Según Iván de la Mata, el gobierno neoliberal se puede entender simplemente como una actualización de la teoría liberal clásica, (…) que presupone que el libre mercado es el motor de la riqueza de los ciudadanos y sobre el que el Estado no puede intervenir 31 Rodríguez, Vicenta; Alonso, David. La mujer en el siglo XXI: desigualdades, retos y oportunidades., España, Centro de Estudios Universitarios de Talavera de La Reina, 2008. 32 Pérez, Carlos. Una nueva antipsiquiatría. Crítica y conocimiento de las técnicas de control psiquiátrico, Santiago, LOM, 2012, Pp. 17-18. 17 o solo lo debe hacer de forma mínima para garantizar que sus propias reglas funcionen 33 , y entendiendo que al laissez faire económico clásico, a su vez, le corresponde un poder disciplinario, represivo, añade que el poder neoliberal no es por tanto solo un poder represivo, sino que es un poder creador de subjetividad, un poder seductor en el que la razón general de la competencia que preside la economía se introyecta en cada individuo y en las relaciones sociales. 34 Por otro lado, Ulrich Beck detalla diferencias entre la sociedad de producción capitalista y la sociedad de consumo neocapitalista, y la manera en que ambas han determinado la construcción social de identidades. En la sociedad neoliberal, lo que opera, más que la explotación, es la exclusión, aunque la explotación no ha desaparecido, y es en ese sentido que esta era representa un deterioro respecto de la anterior pues se han sumado nuevas estrategias alienantes. 35 A este respecto, retomamos las palabras dichas por Karl Marx ya en 1844, respecto a la alienación de los trabajadores: (…) mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de éste con el capitalista o como quiera llamarse el patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. 36 Dentro de las actuales formas de enajenación, relacionadas a diferencia de épocas anteriores, en una interiorización de los malestares sociales externos, se entiende que la mundialización pueda provocar malestares a nivel subjetivo con distintas escalas de “peligrosidad” o “discapacidad”: dentro de ellos, los principales son la falta de confianza en el futuro, la soledad y la desesperanza, que incluso pueden actuar como detonadores de depresión de masas y de formas de paranoia, que se manifiestan, entre otras, como formas de racismo y discriminación, de exclusión del otro y en consecuencia, de radicalismos extremadamente peligrosos porque hacen aparecer al otro como diferente y amenazador 37 . Al mismo tiempo, menciona nuevamente Carlos Pérez, que el individuo moderno está arrojado a la incerteza, al azar del mercado, a la “aventura” de la vida, a los desastres del desequilibrio social que él (que se cree dueño absoluto de sí) nunca llega a entender 38 . 33 De la Mata, Iván. Salud mental y neoliberalismo. En Salud mental y capitalismo, Madrid, Cisma Editorial, 2017, p. 147 34 Ibíd., p.14 35 Beck, Ulrich. Risk society: towards a new Modernity, Londres, Sage, 1992. 36 Marx, Karl. Manuscritos económicos y filosóficos, 1844. [En línea]. Disponible en: 37 Chávez, Ana María, Klein, Alejandro, Macías, Luis (comps.) Salud mental y malestar subjetivo. Debates en Latinoamérica. Buenos Aires, Ediciones Manantial, 2012, p. 21 38 Pérez, Carlos. Sobre la condición social de la psicología. Santiago, LOM, 2009, p. 75 18 Estamos hablando, entonces, sobre una crisis de la subjetividad moderna a nivel global, cuyo impacto en el terreno nacional tiene estrecho vínculo con la instauración del modelo neoliberal como hemos expresado anteriormente. En este proceso dialéctico, la crisis de los sujetos se relaciona con la incerteza frente a la vida a nivel global. En este sentido, siguiendo los planteamientos de Sigmund Freud sobre la relación del ser humano y la cultura, ya a fines de 1920, en una lectura psicoanalítica de la sociedad, concluye que el malestar social o el malestar en la cultura, devienen del siguiente planteamiento: Si el desarrollo cultural presenta tan amplia semejanza con el del individuo y trabaja con los mismos medios, ¿no se está justificando el diagnosticar que muchas culturas -o épocas culturales- y aún posiblemente la humanidad toda, han devenido “neuróticas” bajo el influjo de las aspiraciones culturales? 39 Y finalizamos esta introducción sobre la construcción de subjetividades en el contexto neoliberal global con las reflexiones de Serge Moscovici, quien desde la psicología de las masas, considera simultáneamente los procesos sociales constituyentes de la subjetividad, y dentro de las acciones que construyen al sujeto en el contexto de la modernidad, que compone la base sobre la cual se levantará la subjetividad neoliberal, señala: Si se me pidiera que nombrase la invención más importante de los tiempos modernos, respondería sin vacilar: el individuo. Y por una razón evidente. Desde la aparición de nuestra especie hasta el renacimiento, el hombre tuvo siempre por horizonte el nosotros, su grupo o su familia a los que les unían fuertes obligaciones. Pero a partir del momento en que los grandes viajes, el comercio y la ciencia han desprendido este átomo independiente de humanidad, esta mónada dotada de pensamientos y de sentimientos propios, con sus derechos y sus libertades, el hombre se ha colocado en la perspectiva del yo o del a mí. 40 3.1. Contexto social de las subjetividades en Chile Como hemos revisado hasta ahora, tanto la instauración de la dictadura cívico militar entre 1973 y 1990, al igual que el desarrollo de la época denominada de “transición” a la democracia hasta la actualidad, han impactado en la subjetividad de los individuos de manera negativa y, en general, enajenante. Dada la imposición de un nuevo modelo económico que logró adentrarse en otras esferas de la vida pública y privada, con 39 Freud, Sigmund. “El malestar en la Cultura” en Obras Completas, vol. 21 (1927-2931), Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, p. 139 40 Moscovici, Serge. La era de las Multitudes. Un tratado histórico de la psicología de las masas, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p.25 19 nuevas formas de explotación, exclusión y subjetivación, de manera violenta y sin poder oponerse, puesto que la réplica era cruelmente castigada, sin tiempo para sopesar el trauma que esto produjo, ello ha implicado una nueva forma de relacionarnos con el pasado reciente, y entre nosotros mismos. A propósito, tomamos la siguiente reflexión: “…Intento también sugerir que los 17 años de dictadura representan sin lugar a duda un período ensombrecido de la realidad chilena, y que la etapa que le ha seguido, lejos de haber traído la alegría multicolor del arcoíris con que se anunció el retorno a la democracia, ha estado más bien dominada por una niebla en que ha persistido el miedo y la desorientación en la busca de un proyecto comunitario coherente (…)”.41 En general, a nivel colectivo, aunque especialmente entre aquellos que constituyen la primera y segunda generación de sobrevivientes a la dictadura, existe una sentimiento de traición en relación a los políticos y la institucionalidad, aquellos que llegaron al poder con una serie de promesas en temas sociales y sobretodo en reconocimiento y reparación para las víctimas directas. Sin embargo, se encontraron con un Chile diametralmente opuesto al que recordaban de antaño, donde el empresariado había logrado posicionarse como actor principal en el escenario político. Y en este contexto, se habla de impunidad, de desigualdad en cantidades catastróficas, de falta de responsabilidad, de corrupción, de promesas incumplidas y la perduración de una sociedad aún atemorizada por los militares, razón por la cual la desmovilización se mantiene, y a ella se añade el creciente individualismo entre la población. En este sentido, se habla de una doble impunidad en el Chile posdictadura, por un lado, la impunidad legalizada por la ley de amnistía de 1978, y por el otro, la de facto que cubre la mayor parte de los crímenes posteriores, [que] tiene efectos sobre la atmósfera de crisis de lo político (…) esa impunidad es una manifestación demasiado expresiva de la desigualdad, de la capacidad de los poderosos de sobrepasar la ley sin temor al castigo. 42 Retomamos el aspecto de la desigualdad a nivel socioeconómico, pues constituye éste otro de los aspectos fundamentales del Chile de la transición, que incluso lo ha hecho merecedor del título de campeón en desigualdad entre países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la cual Chile forma parte desde el 7 de mayo de 2010, constituyéndose en el primer país sudamericano en formar parte de dicho organismo. Tener la peor posición en la lista en cuanto desigualdad se debe, principalmente, a mantener un sistema tributario que favorece a los más ricos y reduce las posibilidades de movilidad social. 43 En cifras, se habla de que uno de cada cuatro chilenos recibe el sueldo mínimo, que a la fecha es de $276.000.-, el cual apenas alcanza, luego de descontar las leyes sociales, para un kilo de 41 Pino-Ojeda, W. Op. Cit., p. 23 42 Moulián, T. Op. Cit., p. 70 43 Espinoza, Gonzalo. “¿Campeón? Chile es el país más desigual de la OCDE”, Quid. [En línea]. Disponible en: . 20 pan al día, dos pasajes diarios y para arrendar una pieza de aproximadamente $130.000, mientras que los parlamentarios reciben un sueldo equivalente a 37,2 salarios mínimos. Se habla también de un efecto faro que impacta la distribución salarial, donde un 74% de los trabajadores dependientes del sector privado gana menos de $357.000.-. 44 En este sentido, recogiendo los postulados de Sigmund Freud sobre los orígenes del malestar en los sujetos, el énfasis está puesto en las exigencias que la cultura, entendida como toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres (…)45 es impuesta a los seres humanos, y producto de la incapacidad de corresponder dichas normativas, devienen en ellos la culpa, la represión, la frustración, la agresividad y la oposición entre cultura y sexualidad. Y en respuesta al por qué es tan difícil para los seres humanos conseguir la dicha, señala tres fuentes de las cuales proviene su penar: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad. 46 Si bien este autor, ya en 1930, señala aspectos importantes sobre los orígenes del malestar social y subjetivo, no logra trascender la esfera de lo cultural en tanto formas de comportamiento adquiridos a nivel social, sin identificar las desigualdades de carácter económico entre los sujetos como causa importante de dicho malestar. En relación a este análisis, la psicoanalista Marie Langer señala que: Existe actualmente una contradicción obvia entre la ética que introyectamos desde nuestra infancia y la realidad del mundo en que vivimos. Freud estudió profundamente esta contradicción a nivel de lo sexual, pero dejó de lado el nivel económico. (…) Ya desde pequeños vivimos en un estado de anomia. Porque mientras que nos enseñan en religión y en moral que todos los hombres somos iguales, con los mismos derechos y posibilidades, independientemente de la raza, clase y credo, de hecho no lo somos. 47 La autora retoma el planteamiento hecho por Fritz Sternberg en “Marxismo y represión”48, mediante el cual se analizan diferentes formas de producción y explotación, denunciando la represión que deviene de la existencia de una clase dominante, producto de la explotación capitalista. Así, el conocimiento de todo esto es 44 Según datos de Fundación SOL, contemplando un sueldo mínimo a esa fecha de $241.000.- Durán, Gonzalo, Kremerman, Marco. Salario mínimo y CASEN 2013. Santiago, Fundación SOL, 2015. 45 Freud, S., Op. Cit., p. 88 46 Ibíd., p. 85 47 Langer, Marie. “Vicisitudes del movimiento psicoanalítico argentino”, en Razón, locura y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 57 48 Stemberg, Fritz. “Marxismo y represión”, en Marxismo, psicoanálisis y sexpol, Buenos Aires, Garnica, 1972. 21 reprimido, porque reconocerlo es “incómodo” y se ha vuelto éticamente inaceptable.49 Y, siguiendo a Sternberg, destaca que no siempre fue así, pues hay una diferencia decisiva entre todas las formas de producción anteriores al capitalismo: en el contexto feudal, por ejemplo, la explotación era concreta y consciente. El señor sabía que explotaba, el campesino se sabía explotado. 50 Y agrega que la situación cambió con el advenimiento del capitalismo. La explotación del obrero industrial ya no es concretamente visible y separable en tiempo y espacio. 51 En este sentido, al contexto dictatorial chileno que legalizó el autoritarismo y la represión desatada en contra de los trabajadores organizados y la oposición de izquierda, se acopló una estrategia de dominación neoliberal en el concierto mundial bajo cánones de imperialismo financiero, apareciendo el endeudamiento de las economías latinoamericanas, el debilitamiento de los sindicatos, el aumento de las tasas de interés y la jibarización del Estado 52 ; y dentro de los dispositivos de saber que tejieron el desarrollo de nuevos métodos de subjetivación y sometimiento, se ve que la libertad individual: …Queda atrapada, coartada y sujeta a los vaivenes macroeconómicos dirigidos por las grandes economías, transformando al individuo en un ser carente de voluntad propia, condicionando su actuar a los lineamientos centrales que la dictadura del capital consideraba como razonable. 53 3.2 Hacia la enajenación y el individualismo Dado que, en el caso chileno, desde la conquista española la introducción del modelo de explotación capitalista es casi inmediata, sus expresiones a nivel subjetivo no son expresadas en gran magnitud hasta fines de los 60’, una vez iniciada la reforma agraria que cambiará sustancialmente el modelo de producción en el campo. Previamente, quienes sufrían principalmente de los estragos enajenantes del trabajo en el contexto capitalista eran aquellos que trabajaban y residían en la urbe. La situación se exacerba una vez se produce el golpe, y se construyen nuevas subjetividades en un contexto de terrorismo de Estado y de instauración de un nuevo modelo de producción, aún más enajenante. Ya en democracia, es posible comprender el alcance que tuvo a nivel subjetivo dicho proceso cívico-dictatorial. En este sentido, retomando a Tomás Moulián y su análisis de lo que reconoce como Chile actual, que a veinte años de publicado continúa reflejando la sociedad chilena de hoy, reconoce tres tipos de sujetos: el ciudadano “weekend”, el 49 Langer, M. Op. Cit., p. 58 50 Ibíd., p. 59 51 Ídem. 52 Quitral, Máximo. La estética del dolor social., Santiago, RiL Editores, 2017, p. 17 53 Ídem. 22 ciudadano “credit-card” y el “individuo-en-autobús”, como símbolos del contexto posdictatorial. El primero, dice, busca la recreación de sujetos que desde la particularidad, o sea desde su condición vivida y racionalizada, “trabajada”, se autoproduzcan como mediadores entre lo particular y una universalidad histórica, se hagan capaces de ir creando progresivamente condiciones de globalización de su experiencia “comunal” o “consejista”.54 El segundo forma parte de lo que denomina “sectores integrados” por la vía del consumo, derivados de sus ingresos o por efecto de la masificación del crédito, el cual permite desarrollar estrategias de mejoramiento de las condiciones de vida, ensayar diferentes modalidades de conquista del “confort”55, pese a no ser estrategias de movilidad social, puesto que no se constituyen como un cambio en el nivel socioeconómico de quienes acceden a él, se trata de un acceso a la “modernidad” de los bienes y objetos que antes estaban restringidos a los ricos (…) esta posibilidad (…) opera como un factor decisivo en la construcción de la subjetividad y en la relación con la sociedad 56 . Así, concluye que se ejerce una forma de ciudadanía (el ciudadano “credit-card”), donde el poder del dinero/salario está inserto en una gigantesca cadena de consumo con pago diferido. 57 Estos dos tipos de ciudadanía son reconocidos como formas de despolitización, puesto que ya no es la política la posibilidad de deliberar, criticar y apuntar a la conquista de menor desigualdad entre los sujetos. De esta forma se asume que el poder al que deben aspirar es solo el ejercicio de los derechos del consumidor. 58 Aparejado a ello, aparece el “consumismo”, el cual es definido por este autor como el conjunto de aquellos actos de consumo que sobrepasan las posibilidades salariales del individuo y acuden al endeudamiento, apostando por tanto con el tiempo. 59 Y finalmente, en cuanto al trabajador enajenado de los sectores urbanos donde hay un gran aumento en los tiempos de movilización entre donde se vive y donde se trabaja, existe este tercer sujeto (“individuo-en-autobús”), un ser extrañado de sí, sometido a la voluntad y a las circunstancias ajenas, privado por horas de la posibilidad de autogobernarse. 60 Como hemos revisado hasta ahora, las construcciones a nivel subjetivo van mucho más allá de una evolución natural y propia de la sociedad chilena, sino que reflejan una serie de mecanismos pensados desde la institucionalidad para descomponer la cohesión social y revertir el anterior giro hacia la izquierda de las capas medias y bajas, cuyo sentido de 54 Moulián, T. Op. Cit., p. 78 55 Ibíd. p. 99 56 Ídem. 57 Ibíd., p. 102 58 Ibíd., p. 104 59 Ídem. 60 Ibíd., p. 129 23 la colectivización era el eje principal. De esta manera, se constituyen nuevos grupos de sujetos que miran con recelo las reformas sociales, sin conciencia de clase y menos solidaridad entre ellas, propiciando la construcción de individuos competitivos, individualistas, exitistas y orientados hacia el mérito individual, que no se cuestiona y naturaliza elementos como la opresión, la desigualdad y la represión, que ve a todo quien se presente como otro extraño como una amenaza, y ahora convertidos en pequeños microempresarios “…del lujo y del placer personal, condición que interfiere negativamente en la construcción de redes sociales, así como la mercantilización de las que tiene. Este nexo mediatizado por alguna ganancia material por sobre la solidaridad colectiva fomenta el aislamiento, la desconfianza y la incertidumbre, escenario sociopolítico que refuerza la explotación y limita la libertad.”61 En este sentido, el neoliberalismo y sus mecanismos de control ideológico, cultural y contravalóricos, siguiendo lo dicho por el psiquiatra Carlos Madariaga a propósito del caso chileno, constituyen una influencia importante en la construcción de subjetividades, cada vez más vulnerables ante la influencia disruptiva de los procesos psicosociales traumáticos incubados en el subconsciente colectivo. De esta forma, un modelo de sociedad basado en la absolutización del consumo y el colapso del sujeto, al mismo tiempo que sostenedor de viejos y nuevos mecanismos de impunidad, es el escenario histórico en el que se despliegan las formas actuales de trauma psicosocial. 62 3.3. Manifestaciones del malestar subjetivo Dentro del contexto de producción del individualismo, que impide la politización colectiva y otorga un carácter negativo en torno a la movilización social, se da el fenómeno de la interiorización del malestar, que se traduce luego en el aumento del malestar a nivel psíquico, reflejado en patologías mentales como la depresión, la ansiedad, las fobias; en situaciones también psíquicas de dependencia de drogas y alcoholismo; y en el aumento de tasas de suicidio que se presentan como la culminación de procesos de interiorización de los malestares y agobios producidos por las exigencias sociales y culturales de la sociedad neoliberal, como la autoexplotación frente a la incertidumbre. La importancia de la liberación del malestar ha estado presente en toda la historia de la humanidad y ha sido uno de los ejes sobre los cuales se ha construido la conciencia política y los proyectos sociales, 61 Quitral, M. Op. Cit., p. 21 62 Madariaga, Carlos. Daño transgeneracional en Chile. Apuntes para una conceptualización. [En línea]. Disponible en: . 24 “…desde la felicidad aristotélica hasta los Estados de bienestar, desde la obsesión por la calidad de vida de las sociedades “postmateriales” hasta las transformaciones en la valoración del cambio social, inestabilizador y molesto en la Esparta de la Grecia clásica, motivante y rutilante en la Francia revolucionaria; en todos esos casos y en tantos otros más, la expropiación de territorio al malestar es una búsqueda decisiva, a ratos salvífica (sea o no religiosa la creencia) de las sociedades.”63 Volviendo al período que antecede a la dictadura militar, encontramos a un país cuya tradición histórica es la de someter a las mayorías a los quehaceres de una élite minoritaria, en el contexto de un Estado caracterizado en su mayoría por regir con el palo y el bizcocho 64 . Recién hacia el centenario de la República comienza la preocupación por la denominada “cuestión social”, que tenía a un amplio número de chilenos sumergidos en la pobreza y la marginalidad: ese sería el puntapié inicial para la politización de las masas pobres, campesinas y trabajadoras, que encontrarían en la organización social, el mutualismo y la sindicalización los métodos para exteriorizar el malestar y enfrentarse a la élite, poniéndola en entredicho y posibilitando la llegada al poder de sujetos con mayor interés en solucionar los conflictos sociales, más orientados hacia la creación de un Estado de bienestar. Es en este contexto que, hacia 1970, Salvador Allende, la Unidad Popular y la izquierda, luego de un siglo de luchas obreras y campesinas, como ejemplos de la organización del malestar social, llegarían al palacio presidencial. Aquí, el telón de fondo del giro del espectro político de Chile hacia la izquierda eran los profundos cambios sociales y políticos, y el fracaso de las alternativas menos radicales para solucionar los crónicos problemas económicos y sociales del país. 65 En este período vemos surgir una serie de métodos de organización de las bases populares, entablando ellas mismas una revolución a nivel social con las tomas de terrenos suburbanos, fundos y fábricas como protagonistas, a la vez que como reflejo de la urgencia y masividad de la crisis de vivienda en Chile 66 , o la aparición hacia el final del período de los cordones industriales como mecanismos para defender la revolución; acompañadas de mayor sindicalización, organización, solidaridad y un creciente sentimiento de optimismo respecto a la socialización de los medios de producción, que le darían a los individuos mayor participación y mejores expectativas de vida, traducidas en una mayor concientización respecto a sus propias realidades individuales. Sin embargo, hacia el final, la vía democrática al socialismo estaba bloqueada y la lucha del Gobierno por la supervivencia había comenzado 67 . Es durante este mismo período que se reconoce que, respecto a la salud mental, disminuyó el alcoholismo. ¿Por qué? ¿Es que había mejores técnicas psiquiátricas? No; es que estaba cambiando 63 Mayol, A.; Azócar, C. Op. Cit., p. 1 64 Winn, Peter. La revolución chilena. Santiago, LOM, 2013, p. 19 65 Ibíd., p. 39 66 Ibíd., p. 63 67 Winn, P., Op. Cit., p. 106 25 el contexto social. 68 Como sabemos, esta experiencia se vio interrumpida por la imposición de la dictadura cívico-militar, apoyada por las élites chilenas, empresarios nacionales y extranjeros, el Gobierno de EE.UU. y los medios de comunicación. En este nuevo escenario, que no solo frenó la organización, aniquiló a la resistencia y logró instaurar el terror como método de control social, el surgimiento de nuevas protestas hacia fines de los años 80’, aunque de menor magnitud a las de antes del golpe, fueron semantizadas como vandalismo por la prensa, la masa que protestaba era presentada como caotizadora, lo cual en conjunto con una contención represiva sirvió para debilitar la participación social, reimponiendo la sensación de que no hay forma de expresarse frente al poder y ello dio resultado. El terror volvió a permear a la sociedad al mismo tiempo que se delimitaba el procedimiento que daría inicio al proceso de transición institucional hacia la democracia, al amparo de las leyes constitucionales ya instauradas, con reformas esenciales como la flexibilización laboral y la privatización de los servicios sociales, y una tutela militar que impediría realizar cambios sustanciales más allá de la arena política. Los dispositivos de dominación seguirían instalados; estos son plurales, múltiples, dispersos en los diferentes subsistemas de la sociedad, abarcando desde la moral, la ciencia, el derecho, la entretención, la religión, etc. 69 De alguna manera, en esta sociedad posdictadura, hemos recaído en aspectos que se creían solucionados a nivel societal, que fueran protagonistas hacia el centenario de la república, como la marginalidad y la exclusión, la incertidumbre y el pesimismo, la desigualdad y la pobreza por concentración de la riqueza en unos pocos, la despolitización y la desafección, esto bajo un manto de democracia de baja calidad que no representa las necesidades y desafíos de una sociedad altamente marginada, aunque ex colaboradores de Pinochet hayan confabulado en hacer creer a los individuos de este país que para el bicentenario seríamos una nación desarrollada 70 , como reflejan las palabras de un ex ministro de la dictadura, José Piñera, en 1997: “…Cuando Chile celebre su bicentenario como nación independiente el año 2010, es muy posible que ya sea un país desarrollado. Algún historiador, economista o político se preguntará: ¿Cuándo se salvó Chile? (…) La respuesta será que Chile se salvó durante la tormentosa década de los 70. (…) Incluso es posible que 1973 sea visto, con la perspectiva de la historia, como el comienzo del final de una época - a nivel mundial- caracterizada por el avance del comunismo y de las fórmulas económicas estatistas. En Chile ese año el comunismo sufrió su primera derrota de Guerra Fría (…)”71 68 García Pérez, Alonso. “Franco Basaglia: “debajo de toda enfermedad psíquica hay un conflicto social”. ElPais.com. [En línea]. Disponible en: . 69 Ibíd., p. 362 70 Quitral, M., Op. Cit., p. 63 71 Citado en Quitral, M. Op. Cit., Pp. 64 26 Esa intencionalidad de justificar la dictadura y sus horrores en pos del progreso económico ha permeado a un sector importante de la sociedad. Misma sociedad que se vio atravesada por un conjunto de transformaciones en la medida que se desplegaba el proyecto político, económico y social que hoy conocemos como “neoliberalismo”. En este sentido, interrogarse por el individuo estructuralmente producido en Chile implica preguntar por las dos grandes revoluciones del proceso modernizador (…) la constante tensión entre una “revolución neoliberal incompleta” y una “revolución democratizadora inacabada”72. Para este individuo, la producción del malestar ya no parece residir tanto en la estructura social, sino más bien en las competencias individuales 73 , y es este el eje principal sobre el cual se promueve una interiorización del malestar: así como a principios de siglo este malestar era exteriorizado y traducido en confrontación política y organización social, actualmente los conflictos y malestares sociales tienden a expresarse en términos psicológicos 74 , los cuales, además, se ven atravesados por una creciente patologización. 72 Aceituno, R., et al., p. 96 73 Ibíd. 74 Ibíd., p. 97 27 4. Cruces entre género, neoliberalismo y salud mental “Ustedes son las verdaderas hienas, que nos encantan con la blancura de sus pieles y cuando la locura nos ha puesto a su alcance, se abalanzan sobre nosotros. Ustedes son las traidoras de la Sabiduría, el impedimento de la Industria (…) los impedimentos de la Virtud y los acosos que nos conducen hacia todos los vicios, la impiedad y la ruina. Ustedes son el Paraíso de los Necios, la plaga del Sabio y el Gran Error de la Naturaleza”. Walter Charleton, La matrona de Efeso, 1659 La idea de vincular género, neoliberalismo y salud mental surge de la intención de explicar por qué en el Chile de hoy, donde los diagnósticos por patologías mentales van en avanzada, son las mujeres las principales usuarias de los servicios de salud mental, y por ende las más diagnosticadas, según demostrara hacia 2010 la Encuesta Nacional de Salud, donde un 25.7% de las mujeres encuestadas afirmó haber tenido sintomatología depresiva en el último año, en relación a un 8.5% de los hombres 75 ; por otro lado, en lo respectivo a haber tenido depresión alguna vez en la vida, las mujeres presentaron un 33.1% y los hombres un 9.7% 76 . Si bien en ello influyen diversos aspectos como la construcción de una subjetividad femenina cargada hacia la emocionalidad en relación a la subjetividad masculina que en general reniega de este mismo elemento, lo cierto es que las mujeres se desenvuelven en una realidad aún más compleja, donde inciden aspectos como la inestabilidad laboral, la maternidad, el trabajo doméstico no reconocido, la desigualdad salarial y las violencias por razón de género. Como bien reconociera Sigmund Freud, “la mujer se ve empujada a un segundo plano por las exigencias de la cultura y entra en una relación de hostilidad con ella”77 4.1. Contexto histórico de las mujeres En lo que concierne a la historia de la locura, donde destaca la intención de establecer parámetros de conducta dentro de un binomio normal-anormal, en un contexto de incipiente ordenamiento social amparado por el paradigma científico, las mujeres siempre han sido protagonistas, al considerar aspectos biológicos desde donde se establece una conexión entre mujer y naturaleza, al tiempo que se delimitan las diferencias entre hombres y mujeres. 75 Ministerio de Salud de Chile. Encuesta Nacional de Salud ENS Chile 2009-2010. Tomo II. [En línea] Disponible en: . 76 Organización Mundial de la Salud (OMS). Las mujeres y la salud. Los datos de hoy. La agenda de mañana. Ginebra, OMS, 2009. 77 Freud, S., Op. Cit., p. 101 28 Dentro de este camino surge la idea de la histeria, como patología mental inherente a la naturaleza femenina, por cuanto ser portadora de útero se considera un factor de riesgo para contraer dicha enfermedad. Esto se infiere por su origen etimológico, desde el griego Hysteron que significa Útero. Este aspecto se encuentra dentro de un escenario más grande que son los recursos científicos desde donde intentó establecerse la diferenciación entre hombres y mujeres, buscando justificar la sumisión de las segundas respecto a los primeros. En este sentido, se establecieron supuestos parámetros desde donde las mujeres eran “menos inteligentes” que los hombres, y respecto a ellos, eran también seres imperfectos, arrojadas a los vaivenes de la naturaleza. Por otro lado, hasta entrado el siglo XIX, se consideraba que las mujeres eran nerviosas también por una cuestión natural, a razón de la menstruación, que podía causar alteraciones y perturbaciones nerviosas. Lo mismo podía ocurrir con la menopausia, pero en donde tiene la menstruación influencia verdaderamente fatal, es en las afecciones del sistema nervioso (…) hasta tal extremo que se ha visto niñas que en cada época menstrual eran atacadas por una especie de enajenación mental”78. Haciendo un repaso de la historia de la histeria en particular, como acto fundador de la patologización del malestar femenino y la búsqueda por encontrar soluciones efectivas al mismo, vemos que se han establecido una serie de teorías que intentan identificar sus orígenes, como la Teoría del Útero Errante de la antigüedad griega, centrada en la idea de la imperfección a nivel orgánico de las mujeres. Luego, en la Edad Media, cuando se instaura un patrón de cómo deben ser las mujeres, las mujeres que no se ajustan a estas normas son consideradas peligrosas, y se establece que la sintomatología psíquica u orgánica de la histeria se traduce en infamia que se ha apoderado del cuerpo de las mujeres: son brujas que se dejan influenciar por el diablo. 79 Con el posterior advenimiento de la ciencia, la histeria pierde aquél sentido demoníaco, pasando de ser un tema tratado por la Iglesia, para insertarse en el campo de la medicina; específicamente en el siglo XIX se da una “epidemia” de mujeres histéricas. Y pese a esta consideración de la histeria como patología, no hay consenso respecto a qué es o por qué sucede. Solo hay una idea que permanece invariable durante los años: cualquier comportamiento extraño de la mujer es compatible con la patología histérica. Para contextualizar, al mismo tiempo y de la misma manera que el neurólogo Jean-Martin Charcot estudiaba la histeria y proponía la aplicación de corriente eléctrica para “curar” la misma, en Estados Unidos el neurólogo y electroterapeuta George M. Beard definía un nuevo síndrome: la neurastenia. La llamada por el mismo Beard como la “enfermedad de América”, es una respuesta del cuerpo a la modernidad y al colapso del sistema nervioso por el estrés. 80 En esta misma línea, se devela la importancia del ámbito privado y familiar en la vida de las mujeres, el cual sigue teniendo hoy la misma relevancia que en épocas anteriores, 78 Ortiz, Ramón. “Influencia del flujo menstrual”, Revista médica, enero y febrero, 1874, p. 345 79 Fernández, Elena; Fernández, Águeda; Belda, Irene. “Histeria: historia de la sexualidad femenina”, Revista Cultura de los Cuidados, vol. 18, nº 39, 2014, p.65 80 Araya, Claudia, Leyton, César. “Atrapados sin salida: terapias de Shock y la consolidación de la psiquiatría en Chile”, en República de la Salud, Santiago, Ocho Libros Editores, 2016, p. 109 29 cuando no solo se les prohibía la participación en la esfera pública, sino que en su calidad de mujeres-madres debían dedicarse exclusivamente a las labores del hogar, a diferencia de la amplia inserción laboral de las mujeres en la esfera pública de hoy. En este sentido, siguiendo lo dicho por Joan Scott, según quien “la inclusión de las mujeres en la historia implica necesariamente la redefinición y ampliación de nociones tradicionales del significado histórico, de modo que abarque la experiencia personal y subjetiva lo mismo que las actividades públicas y políticas”81, debemos considerar que existe una relación entre el malestar psíquico y las exigencias sociales en relación al comportamiento humano, las cuales son más evidentes en el caso de la mujer, siendo para ellas la relación entre el disturbio psíquico -y su consiguiente codificación y sanción- y la rigidez de las reglas de comportamiento es más evidente en el caso de la mujer que en el del hombre 82 . Así, en general, cualquier actitud que implique una resistencia o un rechazo al ‘deber ser’ de las mujeres, ha sido patologizado y masculinizado, pues todo lo que la mujer en el curso de los siglos ha hecho para defenderse de la invasión constante de sí que debía soportar, se ha vuelto parte de su ser mujer: la otra cara mala, agresiva, “masculina”83. 4.2. Situación Actual de las Mujeres en Chile Retomando la situación particular de las mujeres en Chile, hay que destacar que la subjetividad que se le reconoce es la de vivir en un constante dar, anulándose ella, es decir, actuando y viviendo como mujer-cuerpo para otros, como mujer-sustento para otros 84 , a lo cual hay que añadir las violencias a las que están expuestas por el solo hecho de reconocerse mujeres. Salirse de ese esquema implica un castigo, en la esfera pública y, como demostró la Encuesta Nacional de Victimización Intrafamiliar y Delitos Sexuales en 2013 85 , también a nivel privado. En esta encuesta, la violencia a nivel general tuvo un resultado del 31,9%, siendo los agresores familiares, parejas y exparejas, seguida por la violencia a nivel psicológico vivida por un 30,7% de las encuestadas, mujeres de entre 15 y 65 años. En esta encuesta, además, se determinaron los motivos principales por los cuales las mujeres no denunciaban las violencias sufridas. En cuanto a violencia psicológica: un 34,5% mencionó que no fue algo serio y no lo consideró necesario; sobre violencia física: un 24,5% afirma haber tenido miedo, y sobre violencia sexual: un 40% reconoció sentir vergüenza por lo sucedido. 81 Scott, Joan. El género, una categoría útil para el análisis histórico. [En línea]. Disponible en: . 82 Basaglia Ongaro, Franca. Mujer, locura y sociedad. Mexico, Universidad Autónoma de Puebla, 1983, p. 31 83 Ibíd., p. 26 84 Ibíd., p. 44 85 Gfk Adimark para Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Encuesta Nacional de Victimización y Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales, Santiago, 2013. 30 El femicidio, en este contexto, se erige como la culminación de procesos cotidianos de violencia que las mujeres viven en diversas formas y contextos. Además, según el último Plan Nacional de Salud Mental del año 2017, estas violencias de género aumentan el riesgo de sufrir depresión al doble, en 87% de sufrir trastornos por consumo de alcohol y en 4 veces el riesgo de morir por suicidio entre mujeres que la padecen. De hecho, ya en la década de los 70, con el auge de los estudios de género y de las mujeres, diversas autoras coincidieron en considerar que los criterios aceptados como saludables para las mujeres, que consistían en una subjetivación acorde a la feminidad tradicional, resultaban insalubres en la práctica. Para las mujeres trabajadoras, cuya inserción laboral ha ido en aumento desde la misma época, la situación es aún más compleja. Desde la década de los 70 hasta hoy, el porcentaje de mujeres como fuerza productiva aumentó de un 24,1% 86 a un 48,5% según datos del INE al 2017 87 . Aquí se puede notar que el neoliberalismo, además de exigirles el cumplimiento de sus roles tradicionales, las somete a condiciones de mayor explotación. Al considerarse factores como la fertilidad y por ende la posibilidad de la maternidad, se encarece la salud, entabla dificultades en la previsión y en ocasiones se dificulta el acceso al trabajo estable. La consecuencia inmediata es lo que se reconoce como “feminización de la pobreza”88 Como hemos visto, se trata de una violencia y desigualdad estructurales, donde el nivel socioeconómico se presenta como una determinante social de la aparición de “trastornos mentales”, el cual afecta más profundamente a las mujeres trabajadoras. 4.3. Abordaje institucional del malestar femenino Actualmente se reconoce que, …Existen coincidencias, en términos temporales, entre el enfoque de Derechos Humanos y el de Género en relación a la Salud Mental. Ambos ubican su desarrollo con la vuelta a la democracia en el país. El primero, a partir del trabajo de los equipos de salud mental de los organismos de Derechos Humanos con víctimas de la dictadura y sus familias. El segundo, por un lado llegó con el regreso de muchas 86 Stiepovich Bertoni, Jasna. “Fuerza laboral de la mujer en Chile: cifras y características”, Revista Latino-Am Enfermagem, vol. 6, nº 5, 1998 87 Instituto Nacional de Estadísticas (INE), 2017. [En línea]. Disponible en: . 88 Baeza, Mónica. “Breve análisis de la feminización de la pobreza”, Revista chilena de derecho y ciencia política, vol. 6, nº 2 (mayo-agosto), 2015, pp. 95-116; y Cárdenas, Roberto. “La pobreza en Chile: una mirada desde la economía feminista”, Estudios Nueva Economía. [En línea]. Disponible en: 31 exiliadas que se habían formado en los Estudios de la Mujer o se había incorporado a las luchas feministas en otros países (…).89 Anterior a esta fecha, ni los Derechos Humanos ni el género existían como posibilidad de análisis dentro de las denominadas ciencias Psi, los cuales adquieren un rol preponderante en el Chile de principios del siglo XXI, que perduran hasta hoy. Ello ha sido útil en la medida que ha permitido explicar por qué son más comunes en las mujeres algunos tipos de “enfermedades”90; es decir, que el abordaje desde el enfoque de género ha permitido esclarecer lo que, desde los albores de la historia del malestar femenino y el consecuente reconocimiento de la categoría de histeria, éste ha sido de carácter social antes que exclusivamente biológico, puesto a que se vincula con una incapacidad a nivel subjetivo de sobrellevar la carga que significa habitar en una realidad que es hostil con las mujeres. Sin embargo, desde la institucionalidad, se da una patologización aún más profunda, abarcando incluso a las mujeres que han sido víctimas de violencia intrafamiliar, nuevamente individualizando el problema y haciéndolas responsables de su propia situación, según demuestra un estudio realizado en la región del Bío-bío, donde se demostró que 3 de cada 4 mujeres que poseían un diagnóstico psiquiátrico grave o discapacidad intelectual habían sido víctimas de este tipo de violencia. 91 En este sentido y retomando el enfoque de género, las recientes movilizaciones “ni una menos”, aborto en 3 causales y los movimientos feministas universitarios, se presentan como mecanismos de exteriorización de este malestar, al mismo tiempo que generan nociones sobre la discriminación, violencia y explotación que sufren miles de mujeres, que han sido clave a su vez para ponerle nombre a lo que viven y ser conscientes de la raíz estructural del problema; es decir, se erigen como métodos de carácter terapéutico y colectivo. Y concluimos este apartado con la reflexión de Thomas Szasz, quien en la Fabricación de la locura, además de señalarla como un invento de la sociedad, realiza un análisis comparativo respecto a las metodologías para su detección y las terapias, entre la antigua Inquisición con su caza de brujas y la naciente Medicina con sus catálogos de detección y las terapias físicas similares a la tortura, Durante varios milenios, le ha convenido al hombre creer que las mujeres eran seres inferiores y semihumanos que necesitaban ser 89 Tájer, Debora. “Género, salud mental y derechos humanos”, Revista Topia. [En línea]. Disponible en: 90 Sobre la idea de que el malestar psíquico no constituye una enfermedad propiamente tal, al no ser sus causas inmediatas de carácter biológico, ver: Pérez, C. Una nueva antipsiquiatría…, Op. Cit. 91 Cárdenas, Pablo, Castillo, Patricia, Flores, Rodrigo, Monroy, Sebastián, Muñoz, Claudia y Ojeda, Pablo. Institucionalidad, Equipos de Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos en Salud Mental: Implicancias en la vida de mujeres diagnosticadas con trastorno mental grave o discapacidad intelectual, Seminario de Investigación para optar al grado académico de Licenciado/a en Psicología, Universidad de Concepción, 2017. 32 subyugados y cuidados. Los hombres sanos, durante un periodo aproximado, han contemplado del mismo modo a los dementes. 92 92 Szasz, Thomas. La fabricación de la locura, Barcelona, Editorial Kairós, 1974, p. 120 33 5. ¿Está el neoliberalismo volviéndonos locas y locos? “El más cargado de prejuicios debe admitir que esta religión sin teología (el positivismo) no puede ser acusada de relajar las restricciones morales. Al contrario, las exagera prodigiosamente.” John Stuart Mill, Auguste Comte and Positivism, 1865. Para responder a esta pregunta es necesario comenzar resignificando el concepto de locura, en rechazo a las categorías diagnósticas contemporáneas, como hicieran los antiguos psiquiatras del movimiento de la antipsiquiatría en los años 60. Esta palabra que posee múltiples acepciones, fue siempre utilizada sin rigurosidad alguna, pero con la mayor naturalidad; definirla era complejo, pero tampoco era necesario, porque no se trataba de un concepto técnico-científico, sino más bien de un concepto popular y ambiguo, que cualquiera podía (y aún puede hoy) entender. Llamar loco a alguien porque incordiaba a los demás, podía resultarle fastidioso o denigratorio, pero nunca le significaba un calificativo definitorio y mucho menos definitivo, justamente por no estar avalado por un diagnóstico psiquiátrico. Sin embargo, diagnosticarle de demente, de esquizofrénico, de psicópata o simplemente de histérico le suponía casi automáticamente un estigma social negativo y el correspondiente tratamiento correctivo. Con el diagnóstico psiquiátrico, el loco es reconvertido en enfermo mental y sometido a tratamiento, incluso en contra de su voluntad. 93 Si establecemos la relación entre locura y persona psiquiatrizada, resulta que hoy en Chile hay muchos locos en las calles, en los colegios y en los trabajos. A diferencia de la locura “clásica”, donde el delirio crónico era el eje central, hoy en día los sujetos son diagnosticados por la más amplia gama de posibilidades, y sometidos a tratamientos químicos que no necesariamente van acompañados de encierro, contención física o la imposibilidad de desenvolverse de forma natural en sociedad. Además, este exceso de diagnósticos psiquiátricos trasciende las fronteras etáreas, sexuales y de clase, puesto que el alza es transversal: en niños, adolescentes, adultos, ancianos, hombres y mujeres, y las razones son siempre las mismas: facilitar la productividad y el orden, pues sin el equilibrio mental baja la productividad y el rendimiento, como bien lo estipulan los ejes en torno a los cuales se levanta AVISA (Años de Vida Saludable Perdidos), que relaciona “años de vida perdidos” con años de vida en los cuales no se pudo trabajar por 93 González, Enrique. “Concepto actual de locura y las nuevas formas de tratamiento”, Revista Norte de Salud Mental, nº 15, 2002, p. 13 34 razones médicas, dentro de las cuales se encuentran las licencias médicas por patologías mentales. Como mencionamos, esto es producto de la evolución en las formas de relacionarnos entre individuos en sociedad, lo mismo que consecuencia del modelo económico que permeó otras esferas, como lo subjetivo, haciendo del estrés una nueva forma de sometimiento de los trabajadores. Aquí se presenta la interiorización del malestar, en el contexto de la individualización del mismo, y pese a que se han desarrollado explicaciones del malestar desde las esferas estructurales como la desigualdad económica, la democracia deficiente y los nuevos “valores” impuestos, que atraviesan diversas dimensiones del escenario social, lo cierto es que parece ser que esta expresión a nivel psicológico del malestar social no es más que una reacción del debilitamiento del lazo social, de los contendores tradicionales del malestar y de las formas tradicionales de exteriorización del mismo. 5.1. Etiquetamiento, patologización y medicalización Rafael Huertas, a través de un recorrido histórico sobre la evolución de la sociedad desde fines del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XIX, al alero de las revoluciones burguesas que propiciaron no solo la caída del Antiguo Régimen tras la Revolución francesa, sino que acompañándola, se da el afianzamiento de un nuevo orden social y político, con el ascenso de una nueva clase social -la burguesía-. Tras la tríada ideológica de la libertad, la igualdad y la fraternidad, el hombre se convierte en ciudadano, cuyos derechos tienen como límite los derechos de los demás, siendo el derecho a la propiedad uno de sus ejes principales. Cabe destacar que las mujeres, en este contexto, seguirán ocupando un lugar subalternizado, al no reconocerse la igualdad de condiciones y su carácter de ciudadana, subordinada por algún tiempo más al régimen patriarcal. Y explica que: “Fundándose en las premisas racionalistas y mercantilistas de la burguesía ascendente, se forjó un ideal para el hombre ilustrado que reemplazó la moral tradicional por normas éticas más adecuadas a las nuevas realidades. El bienestar social, la seguridad, el orden, la ley, etc. -conceptos acuñados y entendidos en un contexto liberal-burgués-, se convirtieron rápidamente en los ideales de una nueva clase en vías de agruparse y organizarse coherentemente.”94 Es en esta época en la cual la ciencia pasará a convertirse en uno de los mecanismos fundamentales para normalizar a las sociedades, es decir, para restituir la norma de todos aquellos que antaño atentaran contra el orden social, al mismo tiempo que se potenciarán las herramientas que ordenarán a la sociedad. En este sentido, el poder, la construcción de un determinado régimen de “verdad” y la subjetivización de la norma 94 Huertas, Rafael. Salud mental y Capitalismo, Madrid, Cisma Editorial, 2017, p. 8 35 se convierten en tres ejes fundamentales desde los que analizar los procesos de regulación social en el sistema capitalista. 95 Este naciente paradigma científico que englobará áreas como la subjetividad de los individuos, desde donde el funcionamiento del cerebro en el enfoque neuroquímico de enfermedad mental, encontrará su propia disciplina con el nacimiento de la psiquiatría moderna y su estudio respecto al vínculo entre actividad neuronal, comportamiento humano y conciencia (del yo y del entorno). Y dado que la clasificación es una de las principales actividades del método científico, el comportamiento humano y sus pretendidas anomalías se integraron a la clasificación y sus consiguientes diagnóstico y tratamiento. Victoria del Barrio, para explicar las raíces y evolución del actual y más popular manual de clasificación diagnóstica de enfermedades mentales, DSM (que estrenó su quinta edición el año 2013) y en el cual se añaden en cada edición un mayor número de comportamientos considerados anormales. Menciona que, “La primera clasificación de los trastornos psicológicos proviene de Grecia. Hipócrates, (IV a.C.); distinguió entre Manía y Melancolía, y se mantuvo hasta el Renacimiento a través de Galeno (I d.C.). Barrough (1583) introdujo una tercera categoría: la Demencia. Ya en el XVIII Kant en Antropología y Pinel en Nosología Filosófica ampliaron y matizaron la clasificación. (…) Pero Linneus, experto biólogo clasificador, pulió la clasificación creando unos géneros de enfermedades: Ideales, Imaginarias y Padecimientos. Pero es sin duda Kraepelin, en su manual de Psiquiatría (1899), el padre de la clasificación de los trastornos mentales tal como los consideramos actualmente, puesto que elaboró un sistema para constituir grupos de pacientes con sintomatología homogénea que constituían un síndrome.”96 En este contexto comienzan a elaborarse manuales para diagnosticar los padecimientos psíquicos, siendo el primero en incluir las alteraciones de carácter orgánico, el IDC promocionado por la Organización Mundial de la Salud. Luego vinieron algunos intentos por parte de norteamericanos, cuyas definiciones comenzaron a ganar terreno en el escenario de las clasificaciones luego de la segunda guerra mundial, puesto que los soldados afectados hicieron necesario poseer un lenguaje común para clasificar los malestares. Los principales gestores, “…fueron el Ejército y la Marina (1944 y 1945). Pero la clasificación de la Standard Nomenclature (1932) fue insatisfactoria y se pidió ayuda a psiquiatras y psicólogos. Así nacieron los DSM que tuvieron muy en 95 Ibíd., p. 10 96 Del Barrio, Victoria. “Raíces y evolución del DSM, Revista de historia de la psicología, vol. 30, nº 2-3 (junio-septiembre), 2009, p. 82 36 cuenta el IDC y pronto lo sustituyó en extensión de uso. (…) Europa es el modelo en las primeras ediciones del DSM, pero a partir del DSM-III (1980) la carrera se desequilibra a favor del DSM americano.”97 Luego de la tercera edición del DSM, vino el DSM-III-R (1987), el DSM-IV (1994) que hasta hoy es el preferido por un número importante de psicólogos, puesto que patologiza una cantidad menor de comportamientos en relación a sus posteriores ediciones: el DSM-IV-TR (2000), que incluiría 404 códigos diferentes, que demostrarían la tendencia al alza de comportamientos patologizables, y el más reciente DSM-5 (2013), que incluye nuevas categorías psicopatológicas, y que ha sido ampliamente criticado por expertos de diversas áreas 98 , precisamente por lo mismo. Si entendemos que cada sociedad posee un sistema simbólico, y dentro de él, los comportamientos se constituyen en algún tipo de simbolismo, las creencias que pueda haber en torno a ellas van a variar según cada sociedad. En este sentido, pretender aplicar una misma forma de entender el malestar subjetivo, patologizando conductas que bien podrían ser consideradas “normales” en otras sociedades y culturas, resulta altamente dañino para los individuos, pues tiende a la homogeneización, impone formas de concebir el mundo y desarrollarse en él y, por ende, condena la diferencia. En lo que se refiere a una crisis de la subjetividad moderna y la construcción del sujeto moderno en sí, Carlos Pérez concluye que, en esta dialéctica, el sujeto operativo es expresión de un mundo que se niega, o que se encuentra impotente, para trascenderse. Es expresión de la crisis de la subjetividad de todo un mundo cultural que se construyó sobre la certeza de la acción consciente y el dominio del mundo, sobre la naturaleza y la razón. 99 En este mundo moderno, retomando a Huertas, el homo oeconomicus se convierte en el paradigma del individuo alienado de la sociedad capitalista, siendo una especie de resultado fallido de aquél nuevo hombre concebido por la Ilustración, como señalamos al principio; para luego irrumpir, en la sociedad actual, un homo neoliberal, donde el ser humano es concebido como “empresario de sí mismo”. 100 5.2. Manifestaciones actuales del malestar en Chile El concepto de “malestar” es mencionado en 1998 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en relación a Chile en un reporte donde se planteaba que el proceso de modernización en Chile, iniciado en dictadura, generó altas tasas de 97 Ibíd., pp. 82-83 98 Sánchez, Inmaculada. “DSM V ¿Una nueva concepción de la enfermedad mental? Revisión de la evolución conceptual”, Revista Aperturas Psicoanalíticas, nº 46, 2014. [En línea]. Disponible en: < https://aperturas.org/articulo.php?articulo=842&a=DSM-V-Una-nueva-concepcion-de-la-enfermedad- mental-Revision-de-la-evolucion-conceptual> 99 Pérez, Carlos. Sobre la condición…, Op. Cit., p. 128 100 Huertas, R. Op. Cit., p. 11. 37 crecimiento, aumentos salariales y mayor empleo, entre otros aspectos. Sin embargo, este progreso coexistía con grados más o menos significativos de desconfianza tanto en las relaciones interpersonales, como en las relaciones de las personas con los organismos del Estado como el sistema de salud, de trabajo, de educación, etc. Además, se menciona la existencia de una brecha entre seguridad objetiva y seguridad subjetiva. Se establece entonces la idea de paradojas de la modernización: desajuste entre un proceso de modernización impuesto -acelerado y naturalizado- que produce nuevas oportunidades, pero al mismo tiempo genera inseguridades y miedos. 101 Esta idea sobre la existencia de un malestar a nivel social vuelve a aparecer durante 2011, a raíz de la movilización estudiantil que logró permear diversas esferas de la sociedad, provocando a nivel general un apoyo y respaldo, pues logró convertirse en un movimiento de familias en pos de una mejor educación. En este sentido, se dice que el malestar se debe asumir incorporado en el sitio de la politicidad. Sin embargo, la liberación del malestar articula además otra condición: habitando el malestar en la subjetividad y anclando en procesos que bien pueden ser catalogados de psicológicos al menos en algún punto. 102 Es en este nuevo escenario político al cual se enfoca un nuevo informe del PNUD, de 2012, donde se habla de un aumento de la satisfacción privada, al tiempo que aumenta la insatisfacción con la sociedad. 103 Como hemos revisado, desde el aspecto de la movilización social, aunque si bien con un pequeño aumento en el transcurso de la última década, ésta no ha logrado volver a posicionarse como un mecanismo útil para exteriorizar el malestar y exigir una mejor administración a nivel gubernamental; por ende, se ha introyectado a nivel individual. Además, en esta misma línea podemos ubicar el explosivo aumento de la abstención en cuanto a elecciones, tanto presidenciales como municipales, que si ya venía creciendo en la última década, con la implementación del voto voluntario en 2012, esta ha demostrado constituirse como un símbolo del malestar social, lo mismo que de la creciente desconfianza de la ciudadanía respecto del sistema democrático. Además, devela otros aspectos, como la idea de poca capacidad de incidencia de la ciudadanía en las decisiones políticas, la desconfianza sobre las figuras políticas y las instituciones a propósito de la corrupción, etc. Aún así, se dice que pese a que la evaluación del funcionamiento de la democracia es crecientemente negativa en nuestro país, casi la totalidad de los chilenos respalda los principios de la democracia como forma de gobierno. 104 Volviendo a la masiva abstención electoral que se ha dado en el país en las últimas elecciones de distinta categoría, reaparece el PNUD en 2016, con una encuesta para una auditoria a la democracia “Más y mejor democracia para un Chile inclusivo”105, donde 101 Aceituno, R. et al., Op. Cit., pp. 89-90 102 Mayol, A., Azócar, C., Op. Cit., p. 2 103 González, R. Op. Cit., p. 15 104 Ibíd., p. 22 105 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Auditoría a la Democracia. Más y mejor democracia para un Chile inclusivo. IV Encuesta Nacional, 2016. 38 se evidencian dos aspectos: apatía y desinterés. En este sentido, los resultados de la encuesta mencionan que un 40% del electorado no votó porque no le interesa la política; un 20% reconoció que no lo hizo por olvido, flojera, desinformación, etc.; un 12% afirmó que “votar no cambia nada”; un 11% no gustó de ningún candidato y solo un 3% lo hizo como método de protesta contra el sistema electoral que, en general, tiende a jugar a la ley el empate entre los distintos frentes políticos. En esta misma línea, buscando comprender qué es lo que sucede con la denominada ciudadanía respecto a la existencia de este malestar que, aunque a nivel individual se presume inexistente, si se evidencia a la hora de hablar de la esfera pública y política. Sobre todo en lo que refiere a los organismos democráticos, se da cuenta de una permanente elitización de las estructuras, aludiendo a la existencia de una “ley de hierro de la oligarquía, donde la organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea de partido político, de gremio profesional y otra asociación de este tipo, se manifiesta la tendencia aristocrática con toda claridad. 106 Asimismo, en el caso chileno, se acuña la idea de que existe una “jaula de hierro” de la democracia, una democracia protegida, orientada a perpetuar el orden constituido en dictadura, con pilares indestructibles como las leyes constitucionales, el sistema de partidos y la tutela militar que, aunque en el papel haya desaparecido, a través de la impunidad con la que se abordó lo que hicieran en dictadura, se demuestra que pueden actuar e intervenir en la esfera pública sin que exista una real condena. En este sentido, también, se habla de que la minoría, identificada con la elite empresarial, es protegida por los abusos de la mayoría y además es transformada en lo que no es, es decir, fuerza mayoritaria. 107 Estos análisis a nivel social devinieron en un nuevo planteamiento: la existencia de una “nueva cuestión social” en Chile108 y Latinoamérica, que a diferencia de la primera a principios de siglo XX ya no tiene como expresión la confrontación a nivel político o incluso moral, sino que se expresa en términos psicológicos individuales en una sociedad que se presenta en general, como hemos visto, conformista y sin ánimo de lucha. Esta cuestión social contemporánea engloba a sujetos que no se sienten ni pobres, ni incluidos, en un contexto de fractura a nivel social por la crisis de expectativas de promoción social. Es decir, continúa presente una estratificación social profundamente marcada, que asimismo se exacerbó luego de la dictadura, pese a las promesas de un nuevo proyecto más inclusivo económicamente. 109 Esta metamorfosis de la cuestión social demuestra que se trata de un conflicto que trasciende a la pobreza “clásica”, constituyéndose en una categoría teórica que intenta explicar la desigualdad y la 106 Michels, Robert. Los partidos políticos I. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1979, p. 77 107 Moulián, T. Op. Cit., pp. 47-50. 108 Quien puso de nuevo el concepto en el escenario nacional fue Carlos Peña en “¿Qué pasa en Chile? La nueva cuestión social”, Economía y Negocios. [En línea]. Disponible en: . Consultado el 02/11/2018. 109 Canales, Manuel. “Ni pobres ni incluidos: ¿nueva cuestión social?”, Revista de Sociología, nº 21, 2007. 39 exclusión que es inherente al capitalismo, en forma de “nueva pobreza”110, frente a la escasez de posibilidades de movilidad social. En este sentido, se dice que La pobreza no se reduce a la carencia de ingresos. Se trata de la insuficiencia de recursos para desempeñar roles sociales, participar en relaciones y seguir las costumbres que se esperan para todos los ciudadanos. En consecuencia, ser pobre implica no ser ciudadano. (…) Las carencias no solo se refieren a bienes tangibles, sino a aspectos como la falta de libertad, la imposibilidad de decidir, la falta de respeto por sí mismos. 111 De esta manera, también, se han construido nuevas mentalidades desde donde se justifica la opresión y la desigualdad, con base en el desempeño individual. Así, se da una reducción del sentido social de la pobreza, y se tiende a creer que quien es pobre o desempleado lo es por voluntad propia o por deficiencias personales. Se piensa que para salir de la pobreza basta garantizar condiciones mínimas. Se acepta también la precariedad del empleo y se la considera normal. 112 Y en concordancia con ello, de acuerdo a las encuestas nacionales de Calidad de Vida y Salud (ENCAVI) se da cuenta de que los problemas y trastornos mentales afectan en mayor medida a las personas con menor nivel educacional, a los más jóvenes y a las mujeres. Asimismo, impactan de manera particular a personas de pueblos originarios y se ha constatado tempranamente en la vida: en niños de 4 a 11 años, se reconoce que un 27,8% presenta algún trastorno. 113 Esta construcción de una nueva subjetividad, sin embargo, no ha sido casual. De acuerdo al estudio de Rolando Álvarez sobre el giro que tuvo el empresariado chileno en dictadura, cuyo rol se profundizó en democracia, logrando insertarse incluso en la política en forma no ya de “poder fáctico” sino que dentro de la legalidad, menciona que: “(…) la apuesta proyectual del nuevo empresariado neoliberal buscaba naturalizar la hegemonía neoliberal, separando la política de la economía y obtener una “revolución cultural”. Esta implicaría una transformación de la mentalidad de la sociedad, resocializada en torno a la lógica del libre mercado. De esta manera, la hegemonía del capitalismo no estaría basada solo en la coerción, sino en el respaldo mayoritario de los habitantes”114 110 Simoes da Mota, Ana. “El debate contemporáneo sobre cuestión social y trabajo social”, Revista de la Facultad de Trabajo Social UPB, vol. 25, nº 25 (enero-diciembre), 2009, pp. 28-58. 111 Barba, Carlos. “La nueva cuestión social en el mundo y en América Latina: más allá de la pobreza”, Revista Renglones, nº 62 (marzo-agosto), 2010, pp. 34 y 35. 112 Ibíd., p. 38 113 Ministerio de Salud de Chile (MINSAL), Plan Nacional de Salud Mental 2017-2025, p. 14 114 Ibíd., p. 19 40 5.3. Abordaje institucional del malestar social Para comenzar a describir el abordaje institucional brindado al conflicto del malestar a nivel social y a nivel subjetivo, es necesario señalar que, de acuerdo a datos proporcionados por la encuesta CEP, antes que malestar de lo que se habla es de bienestar al menos a nivel subjetivo, donde un 82% reconoce estar satisfecho con su vida en general, 20 puntos más que en 1995 115 , y en esta misma línea, para explicar el explosivo aumento en la tasa de suicidios y consumo de antidepresivos desde 1990, se habla más que de un problema social, de una transición epidemiológica acelerada, así como de las consecuencias de la mejora en la capacidad de recolección de datos en esas áreas en particular 116 . Por ningún lado se reconoce la raíz estructural del problema. Sin embargo, las propuestas desde la institucionalidad en salud son exigir mayor presupuesto para la salud mental, que se traduciría en mayor psicoterapia y farmacoterapia individual. Dentro de esta lógica biomédica del malestar subjetivo, se han elaborado tres planes nacionales en Salud Mental por parte del Ministerio de Salud, en 1993, 2000 y el más ambicioso y más reciente, del año 2017. En ellos se aborda la esfera de lo bio-psico-social, y aunque evidencian la influencia de las condiciones en que se desarrollan los individuos en el bienestar subjetivo, reconociendo la “carga psicosocial” de la vida moderna, en general las propuestas apuntan a la individualidad de los sujetos, como la prevención y la detección temprana de las patologías mentales. En cuanto al año 2000, se menciona como propósito el contribuir a que las personas, las familias y las comunidades alcancen y mantengan la mayor capacidad posible para interactuar entre sí y con el medio ambiente, de modo de promover el bienestar subjetivo, el desarrollo y uso optimo de sus potencialidades psicológicas, cognitivas, afectivas y relacionales, el logro de sus metas individuales y colectivas, en concordancia con la justicia y el bien común 117 ; se habla también de los costos sociales y económicos que significa a nivel estatal tener un amplio número de individuos “enfermos” y por tanto incapacitados, lo mismo que el consumo de sustancias. El Plan del año 2017, en tanto, destaca por una ampliación participativa de la comunidad en la construcción del proyecto, aunque permanecen intactas las áreas de intervención, donde destacan siete líneas de acción complementarias y sinérgicas entre sí: regulación y Derechos Humanos, provisión de servicios de Salud Mental, financiación, gestión de la calidad, sistema de información e investigación, Recursos Humanos y formación, participación e intersectorialidad. 118 Si bien se destacan avances desde el lanzamiento del Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría del año 2000 en cuanto acceso y calidad de los servicios, se reconoce también que la población chilena mantiene altas prevalencias de trastornos ansiosos, 115 González, R. Op. Cit. 116 Ibíd., p. 18 117 Ibíd., pp. 7-8 118 Ibíd., p.7 41 abuso y dependencia de sustancias, y depresión. 119 En tanto, evalúan también que las tasas de suicidio descienden después de un aumento preocupante, pero se mantiene un número elevado y las licencias médicas por trastornos mentales ocupan el primer lugar como causa de reposo médico. 120 En este sentido, se ve un aumento en el malestar subjetivo que se traduce en mayor número de personas diagnosticadas, y dado el carácter de prevención y detección temprana, nos encontramos que un número importante de niños y niñas son diagnosticados con alguna patología, destacando aquellas que pertenecen al trastorno del espectro autista. Pese a ello, más allá de mantener o no funcionales a los sujetos diagnosticados mediante la contención química (y en ocasiones, física), las intenciones de la institucionalidad no han logrado traducirse, ya a 25 años de propuesto el primer Plan, en una efectiva disminución del malestar a nivel subjetivo, puesto que las condiciones socioeconómicas estructurales del mismo se han mantenido casi sin variación, es decir, en un contexto de desigualdad que destaca incluso entre los países OCDE, donde de acuerdo al índice de Gini cuando 0 significa que todos disponen de los mismos ingresos y 1 cuando una sola persona los concentra, un valor superior a 0.50 es considerado desigual, y Chile alcanza un 0.73, en un contexto de desigualdad en la distribución de la riqueza, donde el quintil más rico concentra un 72% de la riqueza. 121 En este sentido es necesario mencionar también que la psiquiatría estudia la conducta social y personal y, puesto que tal conducta no puede ser descrita -y mucho menos evaluada- sin ligarla a una escala de valores, no hay nada que se pueda confundir entre normas de salud mental y normas de moralidad. Ambas son lo mismo; son dos series distintas de términos, dos lenguajes distintos, para describir e influir las relaciones humanas y la conducta personal 122 , en este sentido, reconocemos que el aumento de personas con algún diagnóstico psiquiátrico no solo no ha solucionado la problemática del malestar, sino que solo ha perpetuado el estigma que significa ser portador de un rotulado psiquiátrico, en una sociedad que tiende a discriminar la diferencia. En este sentido debemos recordar que, en perspectiva histórica, La vinculación entre las enfermedades mentales y sus concepciones históricas llevó a un segundo grupo de autores a desarrollar la historia de la locura entendida como la historia de un discurso. (…) El último episodio de esta historia, tras la humanización del trato de los locos y su consideración como enfermos será la propia disolución del concepto de locura, que nunca correspondió a una entidad clínica concreta, y del 119 Ibíd., p. 9 120 Ídem. 121 Banco Central, Distribución de Riqueza no Previsional en los Hogares Chilenos, 2017. 122 Szasz, T. Op. Cit., p. 185 42 propio concepto de enfermedad mental, cuyos límites irán retrocediendo progresivamente. 123 123 Bernejo, José Carlos. “Psiquiatría y lenguaje: Filosofía e historia de la enfermedad mental”, Revista chilena de neuro-psiquiatría, vol. 45, nº 3, 2007, p. 196 43 6. Reflexiones finales “La mitad del daño que se hace en este mundo, se debe a personas que quieren sentirse importantes. No es que intenten hacer daño -pero el daño que hacen poco les importa. O no lo ven, o lo justifican, porque se encuentran absortos en la interminable batalla de pensar bien de sí mismos.” T. S. Elliot, The Cocktail Party, 1949. Como se ha logrado esbozar en páginas anteriores, el problema del malestar a nivel social y a nivel subjetivo tiene su raíz en un conflicto estructural aún más grande, que tiene relación con una nueva forma de entender el mundo y la relaciones interpersonales, con consecuencias a nivel social, cultural, político y económico, luego de ser Chile el país pionero en la instauración del modelo neoliberal en el contexto de las dictaduras militares en América Latina durante la época de derrocamiento del socialismo a nivel global. Además, como hemos revisado, hay algunas características propias de la dinámica al interior del país que han posibilitado la perduración del modelo de forma ininterrumpida durante ya casi cuarenta años, con la perduración de su proyecto de sociedad. Es en esta línea en la que intentamos describir el carácter social de la subjetividad, al analizar desde la interdisciplinariedad los aspectos que la han ido constituyendo en el Chile actual, como la memoria, la noción de trauma psicosocial, las nuevas formas de concebir el trabajo, la economía y las relaciones sociales, las diferencias de género a la hora de hablar de enfermedad mental, el cuestionamiento al modelo biologicista de esta última, así como el abordaje brindado desde la institucionalidad en estos últimos veintiocho años desde el retorno a la democracia en el país. Este aumento del malestar a nivel subjetivo, como hemos revisado, se debe en gran medida a los cambios experimentados a nivel social, también dentro de la propia institucionalidad médica es consecuencia de un aumento en el espectro de categorías diagnósticas, dentro de la cuales coexisten diversas formas de entender la realidad y desenvolverse en ella, que tienen en común el hacer al individuo el único responsable de su propia infelicidad, y de proveerle soluciones temporales también dentro de un contexto de mercado. Si bien es cierto que hay personas que están manifiestamente locas, de acuerdo a la definición de locura que hemos revisado, en rechazo al mismo tiempo de las categorías diagnósticas, esto no tendría por qué ser un problema si conviviéramos entendiendo que existe una neurodiversidad, que la forma de entender el mundo y desenvolvernos en él es heterogénea. Sin embargo, y entendiendo también que los significados y las interpretaciones del comportamiento humano varían según el momento y el contexto histórico, este modelo en el cual estamos insertos continúa estigmatizando a las 44 personas que poseen un diagnóstico psicológico o psiquiátrico, haciéndolos responsables del mismo, en lugar de replantearse la idea de un comportamiento humano homogéneo. No se ha tratado, en general, de comprobar si existe o no vinculación directa entre neuroquímica y malestar subjetivo, sino de develar la forma en que la institucionalidad ha trasladado el problema a nivel individual, centrándose en apaciguar sintomatologías en lugar de indagar en el malestar social objetivo que nace de un sistema y modelo económico desigual, que genera inestabilidad e incertidumbre a nivel emocional, haciendo énfasis en la productividad de las personas aunque eso signifique pausar conductas propias de la locura, estén o no manifestadas a nivel cerebral. La fractura social que supuso el paso de un enfoque más comunitario al enfoque individualista de la sociedad actual producida durante diecisiete años de dictadura militar, produjo un malestar generalizado que antes podría haberse manifestado en la calle, en la huelga o en la revolución. Luego del golpe de Estado y la instauración del miedo como método de control social, los mecanismos de manifestación antes mencionados, como hemos revisado, pierden fuerza y por ende, el malestar social ya no tiene una vía de escape. La preocupación y la culpabilidad se traslada de la esfera social/pública a lo privado/individual, haciendo al individuo el responsable principal de su propia infelicidad, quien sin poder manifestar su descontento, ve nacer dentro de sí un malestar que le dificulta aún más la vida. En este sentido, la importancia de estudiar cómo se ha ido conformando el malestar subjetivo, así como el abordaje de la salud mental en general es una tarea que queda pendiente de profundizar desde la historia y la interdisciplinariedad. Y entender, como eje fundamental, que lo psicológico también es político, y es muy probable que la solución a los problemas mentales no sea de carácter individual y médico, sino colectivo y social. 45 7. Bibliografía Libros ACHA, Omar; Vallejo, Mauro (comps). (2010). Inconsciente e Historia después de Freud: Cruces entre filosofía, psicoanálisis e historiografía. Buenos Aires: Prometeo Libros. ÁLVAREZ, Rolando. (2015). Gremios empresariales, política y neoliberalismo. Los casos de Chile y Perú (1986-2010). Santiago: LOM. APPARUDAI, Arjun. (2001). La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la Globalización. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ARAYA, Claudia; Leyton, César. (2016). 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