El reconocimiento de un territorio y su morfología es sólo la primera etapa de un proceso
para enriquecer un sector; lo sigue la aceptación de su condición y las opciones para sacar
partido de esas características.
En territorios como lo son la Isla de Chiloé y la Patagonia Occidental, tal como
reviamente se mencionó, el mar pasa a ser el conector entre asentamientos en tierra, como
elemento presente constantemente en el vivir y relacionarse de los lugareños. Entonces
no es tan raro pensar en la posibilidad de habitarlo y generar infraestructura adecuada
para esto. Históricamente en estas regiones ya se había habitado el maritorio por grupos
nómades llamados Chonos, quienes vivían gran parte del día en sus “dalcas”1, haciendo
uso del agua para vivir, relacionarse, comer y transportarse, llevando hasta el fuego en ellas.
La idea de sacar partido de esta condición de “habitar el mar” no es extraña ni ajena a
nuestra realidad, proponiendo otra tipología de espacios posibles para generar programas
de apoyo para las poblaciones.
Actualmente en nuestro país el desarrollo de construcciones flotantes está dirigido
principalmente a la industria salmonera o acuícola en general, desarrollándose en la Xª y
XIª regiones. Sin embargo referentes internacionales nos demuestran que la arquitectura
flotante se presenta como una solución perfectamente viable en otros ámbitos, como el
turismo, vivienda o servicios para la población, entre otros programas.
El maritorio como espacio habitable nos brinda nuevas posibilidades de diseño que van
de acuerdo con las características del elemento que lo compone: el agua, enriqueciendo
las opciones de diseño posibles. Es así como la movilidad y momentaneidad del mismo
elemento nos sugiere la posibilidad de itinerar o recorrer varios lugares con una misma
infraestructura, fortaleciendo una idea de generar un solo programa que logre abastecer a
varios asentamientos pequeños de gente, logrando una mayor factibilidad económica.
“Una de las cosas que han aparecido como desfavorables es lo inhóspito de las
regiones australes. Es decir, lo desfavorable como dificultad para un habitar pleno (…)
Se aduce esta inhabitabilidad a condiciones climáticas, sin embargo, pensamos que la
plenitud de un habitar no depende en términos absolutos de condiciones climáticas, sino
más bien en la capacidad de construir una hospitalidad.”