El permanente paralelismo entre el conjunto de movimientos y transformaciones propias de las esferas culturales y sociales de nuestras ciudades y las manifestaciones arquitectónicas a modo de respuesta a tales sistema de alteración y encaje, nos sugieren un diálogo permanente entre las expresiones del mundo social y la arquitectura como escenario de tales transformaciones. Diálogo construido a diario, que sigue el pulso de la incorporación permanente de nuevas necesidades, sugiriendo una arquitectura destinada a convertirse en caja de resonancia y respuesta a tales problemáticas. Arquitectura y sociedad, tiempo y respuestas arquitectónicas, parecen construir un nexo permanente, cimentado en el cambio y la transmutación, pero consolidado en la dependencia mutua. La arquitectura es sin dudad una de las más importantes manifestaciones culturales de nuestra sociedad, expresión que nos habla y cuenta de las maneras y modos de vivir de una sociedad entera, de sus anhelos y sistemas de interacción, por tanto, más allá de su natural presencia como sistema de respuesta y solución, asume un rol fundamental de evidencia cultural, manifestación sintomática del habitar de una cultura