El vidente capta instantáneamente el espacio mediante la imagen visual; el discapacitado visual, en cambio, coordina de acuerdo a la información que le entregan los otros sentidos, principalmente el tacto. La particularidad de esta sensación, es de ser analítica y sucesiva, mientras que la visual es sintética. Así, la vista entrega el espacio elaborado, mientras que el tacto entrega elementos para elaborarlo. De esta manera el discapacitado visual va reconociendo un edificio y la percepción de sus espacios, a través de secuencias. Éste actúa entonces por: descomposición (análisis) y recomposición (síntesis), construyendo así imágenes espaciales de manera dinámica, Esta reconstrucción del espacio, de los puntos que logran descubrir en él, forman “Mapas Mentales”, que revelan la configuración espacial de un determinado lugar a medida que se recorre. Se deduce entonces que el discapacitado visual es dependiente de su memoria y de sus experiencias anteriores, las que utiliza como medio indispensable de acercamiento al espacio. Esta manera de percibir se inscribe tanto en el tiempo como en el espacio, creando en el sujeto una composición espacial a partir de estímulos sucesivos. La relación que une dos espacios se hace tan importante como los espacios mismos. En conclusión, el discapacitado visual necesita para descifrar una obra de arquitectura, la incorporación intencionada de elementos arquitectónicos, que generen un ritmo a medida que se va recorriendo; cambios de altura, distintas materialidades, temperaturas, sonidos, etc. los que lejos de ser un obstáculo, son referencias, puntos notables que el discapacitado visual capta y almacena en su memoria, para componer su propio “mapa mental” y comprender así el espacio en su totalidad.