| Abstract | dc.description.abstract | Planteamiento del problema El estudio de los procesos de construcción de identidad, es hoy
en día para las Ciencias Sociales, uno de los temas que mayor atención ha concitado entre
los especialistas y estudiosos, sobretodo en investigaciones a nivel urbano. No es novedad
que, progresivamente, se haya dado cabida a formas no tradicionales de conformación
de identidad que, si bien se ordenan alrededor de discursos y posiciones críticas
relativamente claras respecto a nuestra sociedad, no responden a las formas tradicionales
de participación, tales como partidos políticos o juntas de vecinos. El surgimiento de nuevos
movimientos sociales, cuyo funcionamiento es independiente de las lógicas políticas
tradicionales como medio de acción y construcción de una identidad colectiva, ha permitido
dotar de sentido a la acción individual, dando a las personas la posibilidad de asirse a
un discurso identitario que les permita sobrevivir en una sociedad caracterizada por altos
grados de incertidumbre e inestabilidad, con instituciones tradicionales que ya no son
capaces de otorgar seguridad.
Los jóvenes, en especial, han desarrollado estrategias alternativas a las tradicionales
al momento de construir sus propias identidades, integrando muchas veces elementos
externos a su realidad cultural, agrupándose de maneras también distintas a las conocidas,
generalmente de tipo horizontal, sin estructuras o jerarquías definidas, unidas sobre
todo por símbolos o ideas, antes que por explícitas relaciones de poder, dando una
frescura alternativa a las tan humanas necesidades de expresión y desarrollo de la
creatividad. Estos intentos les han permitido hasta ahora generar inéditas posibilidades
de representación colectiva, dando refugio a las inquietudes y necesidades individuales.
El otorgar el sentimiento de pertenencia a una causa mayor, les ha facilitado en muchos
casos, enfrentarse a una sociedad fundamentalmente “adulto céntrica”, que condiciona
sus posibilidades de construcción de identidad. Los jóvenes buscan expresarse de alguna
manera, y para ello se aferran a modelos significativos, que les permitan ser parte de
una comunidad en la cual puedan sentirse como iguales, adquiriendo y adoptando una
posición en el campo social en que se desenvuelven. En este nivel, la observación de las
prácticas cotidianas, las relaciones cara a cara y el mutuo reconocimiento, son claves, pues
permiten el estudio y análisis de los procesos de inmersión de las personas, en una realidad
social que no los segrega ni hace diferencias, sino que los acoge como iguales, dándoles
seguridad y participación. Uno de los ejemplos más interesantes presente hoy en la realidad
chilena, es la comunidad Rastafari, constituida fundamentalmente por jóvenes y adultos
inspirados en el movimiento que hoy es internacional, y que, recientemente, está abierto
a participantes de todo el mundo, unidos por causas universales, como la paz, la libertad,
y la protección de la naturaleza. Lo fundamental en esta comunidad, es su conciencia de
pertenecer a una realidad que los supera individualmente, pertenencia que implica saberse
miembros de una causa compartida por muchos en el mundo, a los cuales probablemente
no conocerán, pero saben que existen y que están dando la misma lucha contra “Babylon”,
como llaman a la máquina mundial. Al mismo tiempo, tienen la atractiva posibilidad de
sentirse parte de una tradición y de una cultura de tradición milenaria, que constituye el
fundamento y las bases del movimiento. La cohesión de la comunidad está a cargo de
un conjunto de elementos simbólicos y materiales esenciales, que poseen un carácter
fuertemente plástico y abierto a las características particulares de sus integrantes, pero con la consistencia suficiente como para no perder la coherencia interna de su discurso.
Esto les permite hacer suyos los elementos básicos del Rastafarismo, sin perder sus
particularidades locales, aportando con la propia experiencia a una lucha considerada
común.
Lo notable de este fenómeno social, radica en los distintos niveles de compromiso
y formas de adopción de los valores de una cultura, cuyo origen es distinto al del
sistema cultural que la recibe. Su flexibilidad permite que estos traspasen la barrera
de las “comunidades tradicionales” (estrechamente relacionadas con sus equivalentes
jamaiquinos), para alcanzar a sectores menos comprometidos, insertos completamente en
nuestra sociedad, y que no adopten la cosmología Rastafari en su totalidad. Entre sus
manifestaciones más representativas, la cultura Rastafari incluye la expresión musical,
cuyo espacio es fundamental en la mantención de la unidad en el grupo. Se trata de
una serie de elementos estéticos, que si bien en el medio urbano se aproximan a la
mecánica de grupos “hip hop”, “punk” o “trash”, resultan ser elementos estructurantes en el
movimiento, facilitando el desarrollo de la dimensión comunitaria. La música actúa no sólo
como elemento difusor de los ideales Rastafari dentro de nuestra sociedad, o como medio
de expresión de ideas y emociones, sino también como aglutinante, transversal a todas las
dimensiones de la vida cotidiana dentro de la comunidad, constituyéndose en un elemento
ritual indispensable para generar unidad y fraternidad, desde el tradicional “Nyahbinghi”,
hasta las variedades comerciales como el reggae y el dance hall. La música merece un
lugar primordial en la presente investigación, como herramienta válida para la interpretación
del proceso de constitución de la comunidad imaginada, así como de los mecanismos
de logro de seguridad y fraternidad, marcados por la presencialidad y experimentación
corporal de los rituales musicales. La música, como espacio de creatividad, representa
una posibilidad clara de aproximación al componente juvenil de la comunidad Rastafari,
considerando que, dentro de ella, es el medio de expresión más importante a nivel de
ese grupo etáreo. Al trabajar desde esta perspectiva, se hace posible aportar también a la
comprensión del movimiento en general, teniendo en cuenta la posibilidad de comparar y
determinar en la práctica, los elementos esenciales de la filosofía y religión Rastafari que
no sufren modificaciones, así como los elementos más plásticos que además de adaptarse
al medio local, admiten un proceso cercano a la “personalización” del movimiento, tanto a
nivel grupal como individual. Al mismo tiempo, es posible abrir un espacio para explorar
las dinámicas de reconocimiento dentro del movimiento en Chile, teniendo en cuenta su
participación no sólo de la comunidad Rastafari que se podría denominar “internacional”,
sino como parte de la comprensión de lo que se entiende por “Identidad Rastafari en
Chile”. Queda entonces por identificar los mecanismos por los cuales los grupos locales
se apropian de los elementos esenciales del discurso Rastafari, y los ponen en práctica
en sus medios particulares a través de la participación comunitaria, la expresión musical
y la vida cotidiana, así como alcanzar claridad respecto a los criterios que utilizan dichos
grupos al momento de seleccionar, adaptar o copiar las influencias que perciben de otras
agrupaciones de rastas a lo largo de todo el mundo. | |