En las últimas dos décadas Chile ha experimentado un importante
proceso de masificación de la educación secundaria y terciaria, permitiendo
un aumento de los niveles educacionales de la sociedad en
su conjunto. Sin embargo, persisten importantes desigualdades en
los resultados y en el acceso. En este contexto, se plantea la pregunta
respecto a la valoración de la educación en relación a las posibilidades
de ascenso e inserción en la estructura social. Desde una perspectiva
que considera el valor simbólico de los títulos, más allá de su
rentabilidad en el mercado laboral, la investigación privilegia los aspectos
subjetivos en torno a los que se construye la relación entre
educación y estructura social. El artículo da cuenta del análisis de entrevistas
cualitativas respecto a la desigualdad y estructura social en
Chile, realizadas a personas que se desempeñan en puestos de servicios
en la Región Metropolitana de Santiago. Desde la perspectiva de
los sujetos entrevistados, la educación en relación a la estructura social
actúa en tres niveles diferenciados. Para los sectores acomodados
significa la posibilidad de mantener y aumentar los beneficios
económicos y sociales poseídos. Para los sectores medios actúa
como mecanismo de movilidad, pero sólo al interior de ese amplio
segmento de población, aquí es donde se cumpliría la promesa meritocrática.
Por su parte, los pobres se distinguen por no acceder a educación
o haber accedido a una de muy mala calidad, lo que influye en
que permanezcan en una posición de desventaja.