Abstract | dc.description.abstract | Hablar de género no es sólo hablar de las mujeres. Si bien son éstas las que se han
apropiado y dado uso a este término con mayor fuerza para evocar las temáticas que les
conciernen, el género es una categoría que remite a un componente cultural propio tanto de
hombres y mujeres, y que tiene que ver con la forma en que, socialmente, se nos “etiqueta”,
se nos determina, se nos diferencia en nuestras identidades subjetivas.
Ya en los años ‘70, las feministas comenzaron a utilizar el término género, cuestionando la
histórica comprensión sobre las formas de comportamiento tanto de hombres y mujeres. Si
bien –sostenían- nacemos biológica y genéticamente diferentes, en función de
características físicas que así lo demuestran, el origen del comportamiento de cada sexo
estaría dado, en gran medida, por componentes sociales y culturales, los que, más allá de lo
biológico, son los que determinan totalmente las ideas sobre los roles apropiados para
hombres y mujeres, así como las relaciones adecuadas entre ambos (Scott, 1990).
A través de esta aseveración, proveniente principalmente de teóricas de la antropología, el
concepto de género comenzará a tener no sólo un uso analítico, como una nueva dimensión
para comprender la relación social entre hombres y mujeres y la interacción humana en
general (Lamas, 1999), sino también un rol político en la medida en que permitirá
reivindicar el papel femenino, históricamente afectado por el determinismo biológico. El
mismo que atribuía las diferencias sociales, políticas y culturales entre hombres y mujeres a
razones físicas o “naturales”, distinguiendo así que “las características humanas
consideradas ‘femeninas’ era adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso
individual y social, en vez de derivarse ‘naturalmente’ del sexo” (Lamas, 1999: 147).
Plantear el género como una construcción cultural, enseñada y aprendida, y por lo mismo,
también mutable y modificable, será entonces fundamental para sostener que las
diferenciaciones entre ambos sexos responden a esta misma lógica. Permite criticar no sólo
la brusca diferenciación de roles, comportamientos y espacios que separan y pre configuran
la vida de hombres y mujeres, sino, especialmente el rol social, político, económico y
cultural secundario que estas últimas han encarnado a lo largo de la historia. Muchas mujeres –y también muchos hombres- de diversas regiones, edades, disciplinas y
bagajes culturales, han buscado la manera de introducir esta perspectiva en el quehacer
social y político, a fin de erradicar la desigualdad o discriminación femenina, para así
construir sociedades más igualitarias para hombres y mujeres. Incorporar esta perspectiva
de género, a las instituciones político/culturales, con tal de modificar las desiguales
prácticas sociales (Lamas, 1990), apuntando así a un verdadero desarrollo democrático, será
el desafío adquirido no sólo por los organismos internacionales como las Naciones Unidas,
a través de su Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
contra la mujer (Cedaw, por sus siglas en inglés), sino por gran parte de los Estados,
incluyendo a Chile, en su afán de consolidar su efectiva democracia luego de la dictadura
militar de Augusto Pinochet (1973-1990). La presente crónica periodística –Una historia de las políticas públicas con perspectiva de
género en los gobiernos de la Concertación-, constituye el resultado de una investigación
que busca, precisamente, relatar el desarrollo de esos esfuerzos por incorporar –no sin
dificultades y resistencias- la perspectiva de género en la gestión institucional entre 1990 y
2010, esto es, durante los 20 años de gobierno de la Concertación.
Reconstruyendo los hitos, tanto políticos, como sociales y culturales, que incentivaron
dichas políticas, se ofrecen antecedentes que permiten entender la situación actual de la
(des)igualdad de género en Chile. Éste es un intento por colarse entre los intersticios menos
conocidos de esta historia, adentrarse en lo que no se vio ni escuchó, pero que permite
comprender lo que se quiso hacer, lo que realmente se hizo y lo que falta por hacer en esta
materia. Los objetivos de esta investigación se pueden sintetizar en cuatro puntos fundamentales:
reconstruir el contexto político y social que contribuyó a la gestación de las demandas de
género desde el mundo feminista durante la transición política; describir la incorporación
de dichas demandas en la institucionalidad política una vez recuperada la democracia en
Chile; analizar los ejes políticos de la Concertación para abordar la temática de género, a
través de hitos particulares en esta materia; y evaluar el efectivo avance en la igualdad de
género durante el período mencionado, así como los elementos que condicionaron este
desarrollo y sus deudas. Para reconstruir el período, con sus aciertos y pendientes, se revisaron fuentes secundarias;
se entrevistó en profundidad a mujeres protagonistas del movimiento feminista a partir de
los años ‘80; a expertas en género; a mujeres integrantes de la sociedad civil que velaron y
velan por la igualdad de género en distintos ámbitos; a mujeres políticas que, durante el
período señalado, participaron tanto en el Congreso como en el Poder Ejecutivo y que
promovieron gestiones en pro de la igualdad de género; así como también se entrevistó a
subsecretarias y ministras del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), de los gobiernos de
la Concertación. La siguiente es una crónica de los intentos por implementar políticas con perspectiva de
género durante los gobiernos de la Concertación. Esta historia detalla cómo se incorporó
dicha mirada al quehacer institucional del Chile democrático. Indaga en las voluntades,
desafíos y vaivenes políticos, sociales y culturales, tanto internos como externos a la
política institucional, que han influido -y muchas veces coartado- las maneras de plantear,
conceptualizar, gestionar y desarrollar una efectiva igualdad de género en Chile, requisito
necesario para construir una sociedad más igualitaria y democrática. | en_US |