Abstract | dc.description.abstract | No hubo certezas el 27 de febrero de 2010 a las 03:34:14 de la madrugada, la penúltima madrugada previa al inicio de marzo, la “Catástrofe de madrugada”, como la bautizó el diario El Mercurio. Un terremoto, con una magnitud de 8,8 grados con epicentro en el mar frente a las localidades Curanipe y Cobquecura, despertó de golpe a los habitantes entre Valparaíso y Puerto Montt. En ese tramo, según la última medición nacional, reside cerca del 80% de la población total del país, llegando a más de 13 millones de personas .
Esa noche, las regiones quedaron prácticamente incomunicadas entre sí, con varias de sus carreteras y caminos interiores fracturados y sin el funcionamiento de los suministros básicos. Y eso no fue todo. Minutos más tarde, un tsunami azotó las costas de las localidades previamente devastadas por el sismo. La ineficacia de los sistemas de comunicación, la descoordinación de las organizaciones de emergencia y la ausencia de información oficial y confiable desde el Gobierno central, hizo que no existiera la adecuada prevención en la población para enfrentar el maremoto.
De hecho, para reafirmar lo anterior, semanas después de ocurrido el sismo se conformó una comisión investigadora en la Cámara de Diputados, integrada por parlamentarios de oficialismo y oposición, para determinar las responsabilidades de las autoridades competentes de Gobierno y entidades como la Armada (y el Servicio Hidrográfico y Oceanógrafo, encargado del monitoreo de las aguas) y la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi). Allí, meses más tarde, se concluyó que “no había una preparación adecuada de la institucionalidad” para enfrentar las consecuencias del terremoto, e incluso calificó como un “error casi imperdonable” la ausencia de una confirmación del peligro de tsunami, lo que hubiese evitado que la catástrofe fuese mayor. En el Ministerio Público aún se investigan una serie de causas. La más importante de ellas es conducida por la fiscal Solange Huerta, quien pesquisa las responsabilidades en el tardío aviso de alerta de tsunami, y que ya tiene entre sus interrogados a la ex Presidenta Michelle Bachelet Jeria .
Por esos días Chile se alistaba para el cambio de mando del Gobierno. El 17 de enero de 2010, el candidato presidencial de la centroderecha, Sebastián Piñera Echeñique, derrotó en un apretado balotaje al abanderado de la centroizquierda, Eduardo Frei Ruiz-Tagle , perteneciente a la Concertación, coalición que gobernó el país durante los últimos 20 años post dictadura militar. Esto último no es un traspaso menor, especialmente considerando que aquellos adherentes políticos al régimen de Augusto Pinochet, en diferentes campos, consiguieron esa tarde calurosa de verano, esta vez por la vía democrática, la oportunidad de regresar La Moneda. Así lo retrata la historiadora Sofía Correa Sutil en su investigación respecto a la derecha del siglo XX:
“La derecha fue pinochetista. Más aún, como ya decíamos, fueron los sectores de derecha los que le imprimieron los contenidos sustantivos que tuvo el régimen militar y que aún prevalecen, tanto respecto de sus transformaciones económico-sociales como de la nueva institucionalidad política instaurada en esos años” .
No era una sorpresa. La derrota de Frei Ruiz-Tagle, ex Presidente de la República, senador y militante de la Democracia Cristiana y que en primera vuelta sólo alcanzó un 29%, confirmó el principal temor de la Concertación: la enorme popularidad de Michelle Bachelet –en la última medición CEP su gobierno obtuvo un 78% de aprobación - no pudo ser traspasada al abanderado de su coalición. Por ello, el equipo de la mandataria saliente planeó por semanas una serie de ceremonias de despedida, con el sello de los 20 años de gobiernos concertacionistas. El terremoto finalmente abortó esa idea y Bachelet dejó La Moneda por última vez –el 11 de marzo de 2010- en una austera ceremonia. Lo propio ocurrió en el cambio de mando en Valparaíso, que de forma anecdótica estuvo marcado por dos fuertes réplicas, atribuidas al terremoto del 27 de febrero. | en_US |