Abstract | dc.description.abstract | Los episodios que en el último tiempo han llamado la atención de la prensa respecto a la etnia mapuche se alejan mucho de ser simples problemas coyunturales. La raíz social que tiene por base el mal denominado –dado que nos involucra a todos los chilenos– “conflicto mapuche” es comprensible sólo a la luz de una profunda la revisión del proceso histórico que este pueblo ha vivido.
Aunque no compete directamente a los objetivos de esta investigación, nos parece preciso revisar someramente los hitos más significativos del devenir histórico de los araucanos, reparando en aquellos aspectos más pertinentes al tema que nos aboca, esto es, aquellos momentos que pudieron colaborar a un supuesto ánimo racista por parte de los medios de comunicación escritos. En razón de esto, pasaremos a revisar el concepto mismo de racismo, para intentar definir qué entendemos exactamente cuando utilizamos dicho término.
Al momento de la llegada de los españoles, los mapuches se hallaban en una etapa de desarrollo en que habían superado la simple recolección y comenzaban a criar ganado y a sembrar productos. Su territorio era un espacio privilegiado para estas tareas. La relación hombre–tierra, permitía al mapuche una movilidad singular, lo que habría incidido en la extensa duración de la Guerra de Arauco, dado que no bastaba con la destrucción de un asentamiento indígena para desarticular el frente indígena.
La guerra entre Chile y España produjo grandes cambios en la sociedad mapuche. Se introdujo el caballo, el ganado vacuno y el trigo, lo que transformó su sistema productivo de uno recolector a otro ganadero. Las incorporaciones del aguardiente y de enfermedades ajenas al sur del país tuvo importantes repercusiones. A pesar de esto, el mapuche siguió viviendo en forma aislada, negándose a conformar aglomeraciones o pueblos. Existió cierta organización en torno al poder para determinadas causas, pero siempre en vistas de objetivos específicos.
El 6 de enero de 1641 se celebraron las Paces de Quilín, hito de las relaciones entre araucanos –como denominaron a los miembros de la etnia los españoles– y españoles. Los conquistadores reconocieron la frontera natural de la zona mapuche en el río Biobío y la independencia de las tierras que van desde ese río hasta el Toltén. Por tanto, los indígenas no quedaban bajo la administración de la capitanía General de Chile y fueron reconocidos como integrantes de una nación independiente. Esta suerte de independencia araucana (de España) duró 260 años. Posteriormente, en 1803, se celebró el Parlamento de Negrete, en donde se confirmó el reconocimiento de la frontera.
Con el inicio de la guerra de Independencia, los soldados del bando patriota avanzaron hacia el sur en su persecución del ejército realista. No debe haber sido menor su impresión, tampoco su enojo, al descubrir que los sureños, entre los que se contaban mapuches, respaldaban la causa española, en consecuencia de los tratados sostenidos con la Corona Hispana.
Poco o ninguno era el conocimiento que el ciudadano chileno emergente tenía de la etnia originaria, en parte debido a la distancia geográfica. Las referencias al pueblo mapuche exaltaban sus virtudes guerreras: ésta era incluso citado como ejemplo en la lucha contra los conquistadores europeos. Sin embargo, la realidad dice que los patriotas pelearon precisamente contra aquéllos a quienes se admiraba, ya que los mapuches estuvieron siempre del lado de las filas realistas. Además, para los mapuches, eran los chilenos quienes podían arrebatarles sus tierras; los ibéricos, en tanto, habían respetado su autonomía por casi dos siglos. | en_US |