Abstract | dc.description.abstract | Se acepta, en términos generales, que la comunicación desarrolla un rol preponderante en los procesos de desarrollo social y económico, cada vez de manera más objetiva, a través de técnicas que permiten impulsar y movilizar esos procesos.
Ahora bien, la existencia de sectores dentro de la sociedad en desiguales condiciones de desarrollo, permite que la comunicación tenga un rol activo en la transmisión de información dirigida a la capacitación y a la adopción de nuevas actitudes frente al cambio o proceso de modernización chileno.
En particular, el sector rural está hoy en una situación de retraso respecto a otros segmentos sociales, e incluso dentro de el se observan diferencias notorias en el acceso a la información y por ende, un conocimiento dispar acerca de lo que en materia de desarrollo público realiza el Estado o el sector privado.
Actualmente, el rol que juega la comunicación en el sector público agrario, como elemento de apoyo para el cambio y/o transformación del sector agrícola en un área eficiente, productiva, sustentable y capaz de competir en un mercado cada vez más exigente, está siendo desarrollada a partir, principalmente, de la difusión institucional de los servicios dependientes del Ministerio de Agricultura.
Esa preferencia - de la difusión informativa institucional por sobre lo comunicacional en su sentido amplio- limita ostensiblemente la riqueza de la comunicación en el desarrollo integral de un sector, en este caso, de la agricultura, en el actual escenario chileno.
Sin embargo, se observa una contradicción. Existe el convencimiento en las autoridades de que el papel de las comunicaciones es vital en el éxito de las políticas de desarrollo, sin embargo, la mayoría de los productos comunicacionales se elaboran de manera centralista, con un lenguaje no adecuado al contexto silvoagropecuario regional, sin identificación de los problemas y del público objetivo, sin mecanismos de evaluación, etc, lo que redunda en que se gastan altas sumas de dinero no siempre bién aprovechadas, produciendose una brecha importante entre las reales necesidades del sector, lo que limita su capacidad de respuesta frente a temas de especial relevancia para su propia economía.
A pesar de la evidencia de las enormes transformaciones ocurridas en el mundo rural prima todavía la sensación en el mundo urbano de que los campesinos, pequeños agricultores y en general la ruralidad continua siendo un sector eminentemente pre moderno, adverso al cambio, y atrasado; de un modo general, todo aquello que la modernidad ha querido superar.
Es interesante evidenciar que gran parte de los cambios producidos en el sector rural han sido generados desde su exterior, es decir, desde el mundo urbano y desde el aparato gubernamental. Fue el Estado chileno el que impulsó la urbanización, la expansión de la educación, la reforma agraria, etc.
A partir de la primera mitad del siglo XX es posible visualizar un conjunto de ideas, creencias y valores que comienzan a impregnar el discurso político y la agenda de los diferentes gobiernos que desde el año 1930 se suceden en nuestro país, cuyo denominador común es la modernización de la sociedad chilena. Es en este marco de ideas que se impulsan los procesos de industrialización, urbanización, expansión educacional y - por cierto - el de Reforma Agraria.
Desde una perspectiva sectorial, “la modernización ha sido indiscutiblemente uno de los elementos y contenidos centrales de los procesos de desarrollo rural implícita o explícitamente de las principales propuestas de desarrollo para el sector. Probablemente esto ha sido así porque aunque no se asuma expresamente, el desarrollo y por lo tanto el desarrollo rural es un fenómeno esencialmente moderno, en cuanto da cuenta en gran medida de una tarea del Estado y de la sociedad en relación al bienestar, la calidad de vida y lo social”
Hasta antes de la Reforma Agraria, la sociedad rural era un complejo autosuficiente, al interior del cual se desarrollaban la mayoría – sino todas – las actividades necesarias para la subsistencia de las personas: lo productivo, lo laboral, lo social, lo cultural, lo educacional, incluso hasta lo religioso, debido a que muchas haciendas contaban con iglesias y la presencia constante de sacerdotes. De esta manera al interior de la sociedad rural se establecían roles específicos, tanto para mujeres como para hombres; roles reproducidos por la socialización y educación, a través de los cuales se recreaba una cosmovisión particular del mundo.
Los procesos de reforma y contrareforma agraria generaron profundos cambios en la vida rural, en sus más distintas expresiones y ámbitos. Además estos procesos, de signos ideológicos muy distintos, eran parte de transformaciones mayores que se desarrollaban en el país. De hecho desde la década de los 50, se vivían acelerados procesos de modernización que se ilustraban en la creciente industrialización y urbanización, así como la progresiva expansión de la educación formal. En este plano, el acceso y la obligatoriedad que comienza a tener ésta, progresivamente desde los años 50, complementa los roles de socialización primaria y secundaria que hasta entonces tenía la familia campesina. Posteriormente, y principalmente en los jóvenes, los medios de comunicación - la radio - jugarían un rol significativo en la adopción de múltiples formas de comportamiento urbanos.
La Reforma Agraria significó, grosso modo, cambios en la estructura de la tenencia de la tierra, el surgimiento del campesino como actor social y el término del complejo minifundio-latifundio en el sentido social y cultural. Al respecto, debe recordarse que con la Reforma Agraria no solo se profundizan los procesos de modernización de la sociedad rural sino también los de Chile en su conjunto. En efecto, ella forma parte del conjunto de “políticas reformistas y de cambio social propiciadas por el gobierno demócrata cristiano, las que eliminan las condiciones de preservación y de reproducción de las instituciones culturales y de los modos de interacción identificados con la cultura tradicional, ampliando y profundizando el proceso de incorporación de la modernidad que en Chile se inicia en los años 20 de este siglo” .
En lo que respecta al hábitat rural, se instalan progresivamente nuevos servicios (agua potable, caminos, electricidad) que cambian el entorno geográfico y al interior de la propia vivienda se accede a nuevos artefactos que cambian el espacio, el tiempo y el ritmo de la vida campesina.
En el plano social, las costumbres, las formas culturales, comienzan a sufrir transformaciones producto del impacto que los medios de comunicación masiva, especialmente la radio y luego la televisión, tienen sobre el mundo rural.
La contrareforma por su parte, significó una reconcentración parcial de la tierra, la ampliación de los modos de producción capitalista, el surgimiento de complejos de agricultura de exportación, la industrialización del agro y con ello la aparición del trabajo de temporada.
El trabajo de temporada implicó abandonar el predio y entrar a un mundo laboral distinto. Socialmente significa el surgimiento de mujeres y jóvenes como actores relevantes – emergen socialmente – principalmente por la importancia del ingreso que aportan al hogar, por la generación de grupos de pares (socialización secundaria) y, sobre todo por el surgimiento de nuevas identidades hasta antes desconocidas: trabajador asalariado, trabajadora asalariada, temporera, temporero. Esto repercute fuertemente al interior de la familia rural, en términos de roles y variaciones en las decisiones que en ella se toman.
Otra de las manifestaciones que el proceso de contrareforma trajo consigo fue el surgimiento de villorrios, en torno a las nuevas fuentes de trabajo que ofrecía la naciente industria agrícola, especialmente la orientada a la exportación fruticola. En estos villorrios convergen los habitantes del mundo rural que abandonan sus espacios de residencias con aquellos trabajadores expulsados de las ciudades, en busca de nuevas fuentes de ingreso. | en_US |