Abstract | dc.description.abstract | Nadie pone en duda que la Antropología Social ha venido siendo un campo-recurso del que no hemos podido prescindir a la hora de establecer buena parte de las bases teóricas que sostienen el entramado procesal y conceptual de la Teoría de la Comunicación. El receptor y su contexto son elementos vitales en todo proceso de interacción hoy; sin embargo, este individuo no se instala en la nada. Todo en la vida del hombre sucede desde unas coordenadas espaciales. Temporalidad y dimensionalidad nos acorralan; cualquier manifestación cultural o actividad necesita de un espacio, el cual el hombre:
“(...) modifica, transforma, significa o perpetua. Llena su entorno con signos que cumplen la finalidad de comunicar sucesos, experiencias vividas, historias personales, comunitarias o públicas, que adquieren sentido más allá de un aquí y ahora, y que necesitan continuas re-interpretaciones para poder explicar y dar cuenta de aquello que aconteció y sigue sucediendo” .
Todo espacio comunica, traduce el paso del tiempo, el progreso, las tradiciones, los cánones y las rupturas. Comunica historia, realidad y vivencia. El lugar nos marca, condiciona nuestras conductas y pensamiento, al tiempo que reflejamos en su espacio nuestras concepciones en un intercambio constante. Las personas necesitan dejar huellas del encuentro con el otro y con lo otro, y, sobre todo, de espacio en el cual desenvolverse y donde poder enraizar y realizar el asentamiento de las conductas y/o identidades individuales y colectivas.
En ese marco, elegimos al Cementerio General como base de nuestro estudio, pues creemos que el Cementerio es un lugar urbano representativo de los avatares del tiempo, y de la evolución del sujeto y su historia. De hecho, lo entendemos como un lugar de continuo desarrollo y correlato con la ciudad: los “vivos” lo constituyen, y por tanto, lo significan.
En consecuencia, quisimos dejar constancia de la necesaria mirada interpretativa que debemos dirigir al Cementerio General de Santiago como espacio en el que tienen lugar ayer y hoy procesos comunicativos de suma relevancia. Es decir, si la Antropología Social puede colaborar a poner en relieve la existencia de otros lenguajes y otros escenarios en comunicación, más allá de los denominados tradicionales, no cabe duda de que uno de los aspectos en que resulta imprescindible detenerse es lo relativo a los espacios ligados con la muerte. Y es que entendiéndola como una instancia de concepciones y representaciones dispares, supone una característica importante de las interacciones humanas que consideramos necesario investigar, y también, por ende, los sitios y escenarios donde éstas se desarrollan.
El Cementerio articula, en definitiva – y todos los espacios en general, junto a otros elementos – la narratividad que da sentido y significado a aquello que interviene en la relación, en este caso, de lo sobrenatural con lo terrenal, de lo desconocido con lo palpable, de lo vivo con lo muerto | es_ES |