Abstract | dc.description.abstract | Los modelos culturales tienden a su reproducción, lo que hace del cambio cultural un
proceso de largo aliento. Pero hay factores que han sido sindicados de poder incrementar su
velocidad. Los movimientos sociales tendrían, en determinadas circunstancias la capacidad de
generar transformaciones potentes, especialmente en asuntos como la desigualdad. Es lo que
podría haber ocurrido en Chile tras los ciclos recientes de movilización.
El Centro de Investigación en Sociedad, Economía y Cultura de la Universidad de
Santiago, inicia en el año 2015 un estudio que pretende develar mediante material empírico si
es que los discursos de chilenos comunes y corrientes, de distintos lugares y características
muestran que se ha producido estos cambios. El estudio replica una indagación realizada en
2009 en la Universidad de Chile, respecto al cuál se cotejan los nuevos datos. El presente
trabajo se inscribe en esta investigación.
Nos preguntamos en ese contexto, si en los últimos siete años se ha trastocado uno de
los principales soportes de la desigualdad: la concepción de que los pobres son responsables
de su propia situación desmejorada, puesto que no habrían sido suficientemente diligentes.
Describimos primero los modelos culturales que se han erigido al alero de la religión
católica, el liberalismo, el modelo de los modos de producción, el modelo de los medios de vida
y la teoría substantivista, para luego analizar en detalle el modelo cultural sobre el pobre de la
gente común y corriente en Chile, y sus transformaciones en los últimos años. Para estos
efectos hemos aplicado y sometido a un análisis estructural de discurso las 68 entrevistas
semiestructuradas del año 2009 y las veinte producidas a fines de 2015 y 2016.
Las estructuras encontradas se agrupan en ocho representaciones relativamente
consistentes, que muestran distintos tipos o distintas facetas de la pobreza, a saber:
1. Pobres carentes de recursos materiales, de seguridad, de trato respetuoso y valoración.
2. Pobres desvalidos, imposibilitados de cambiar su posición social en tanto carecen de
oportunidades y herramientas que se los permitan.
3. Pobres apáticos, descritos como quienes no tienen, no quieren “salir adelante”, sino que
prefieren “quedarse”, reciben de otros y no devuelven, tensionando la dinámica del don.
4. Pobres ufanos, capaces de disfrutar de lo simple y ser felices sin mayores
requerimientos, y pese a las dificultades.
5. Pobres delincuentes, que dañan, perturban el orden y generan temor; producidos por la
marginalidad en la que crecen, y por la falta de opciones lícitas de desarrollo.
6. Pobres trabajadores: empleados e independientes sin educación, explotados, mal
tratados, sacrificados, en un contexto en el que la riqueza de unos se debe al exceso de
trabajo de otros.
7. Pobres impugnadores: visión de los pobres como personas, que al actuar en colectivo y
mediante medios violentos, presionan, logrando promover transformaciones sociales.
8. Pobres redimidos: quienes pudiendo estar integrados han elegido vivir “fuera del
sistema”, para huir de la presiones irracionales de una sociedad consumista y
endeudada La mayor parte de estos modelos del pobre se mantienen impertérritos. Es el caso de
aquellos en los que el pobre es culpable y la desigualdad resulta legitimada. Sin embargo, los
pobres han dejado de ser ufanos y han perdido –desde la mirada de la gente- su capacidad de
desencadenar transformaciones. Al mismo tiempo, los pobres redimidos parecen ser una figura
sin precedentes.
La visión de la pobreza que hemos descrito deja entrever consternación: unos generan
compasión y dolor, otros rechazo, miedo o admiración. Sucede que la pobreza trastoca las
grillas de categorías que, en Chile, dividen el mundo de los humanos y los animales, en tanto,
son personas, a la vez que tienen una forma de vida que es propia más bien de los segundos.
Lo que se sigue es que la pobreza ha sido y sigue siendo experimentada como la amenaza
resultante de romper un tabú: hacer caso omiso de la prohibición de ser conformistas e
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