Abstract | dc.description.abstract | La concepción de la naturaleza como una cuestión diferente de la cultura no es más que una resultante de la vida social, y que, producto de nuestra misma cultura occidental y occidentalizada, hemos construido una imagen de esta como un fenómeno prepolítico y ahistórico, y por ende, naturalizado.
La ruptura de este mito de la naturaleza ha estado asociada a diversos factores, entre ellos, podríamos destacar la profunda crisis climática y ambiental, el establecimiento de modos de vida con una alta demanda de recursos naturales, procesos de globalización y hegemonización de la cultura occidental, entre otros. Dicha cuestión ha engendrado una gran actividad académica de disciplinas tan disimiles como la ecología, biología de la conservación (Primarck et al. 2001), economía ambiental (Martinez Allier, 2014), derecho (Molina y Yáñez, 2011), geografía o la misma antropología. Lo anterior ha derivado en distintos marcos teóricos y maneras de abordar la problemática ambiental, sin embargo, los esfuerzos críticos sobre las implicancias del modo de producción capitalista en el ambiente y naturaleza, se han visto cristalizados en enfoques como la Ecología Política (Robbins, 2012; Bustos et al. 2015).
De modo que las transformaciones ambientales han sido también transformaciones sociales, ya que con la emergencia de nuevos movimientos sociales y fuerzas políticas se han puesto en tensión los fundamentos mismos del pensamiento occidental moderno (Zapata, 2008), sobre todo en la dicotomía naturaleza/cultura (Descola, 2016; Razeto, Skewes y Catalán, 2019). Así, más allá de negar la existencia de algo “natural”, lo que trataremos de plantear acá es que lo natural, además de ser un fenómeno político e histórico, responde a categorías de pensamiento propias de occidente | es_ES |