Abstract | dc.description.abstract | Como terapeutas percibimos regularmente la necesidad de una modificación de ciertos aspectos de
la forma en que el paciente se ve a sí mismo, a los demás, al mundo en su totalidad, de lo que valora,
lo que desprecia, de ciertos aspectos de su forma de ser, etc.
Si el paciente, p. ej., muestra una visión predominantemente negativa de sí mismo, si desconfía de
los demás exageradamente, si valora extremadamente la popularidad a costa del bienestar personal
y la satisfacción en las relaciones... En todos estos casos intentamos encaminar al paciente a
reconsiderar y cambiar su visión de mundo, de sí mismo, sus valores, sus actitudes.
Como terapeutas disponemos de ciertas estrategias, más o menos sutiles, para promover esos
cambios. Evitamos muchas veces, p. ej., predicar directamente un cierto valor, y preferimos vías
indirectas que hagan aparecer el valor en el contexto de la exploración de las dificultades del paciente,
para que, ojalá, el paciente llegue al valor por sí solo, limitándonos nosotros a guiar por un camino en
el que el buscado valor aparezca, y acentuarlo cuando el paciente finalmente haya dado con él. No
siempre somos tan sutiles. Muchas veces nos encontramos también a nosotros mismos directamente
transmitiendo y predicando un conjunto de valores al paciente, devaluando otros (que estimamos
neurotizantes), adoctrinando, etc. Si la transformación que se opera en el paciente producto de este
trabajo terapéutico (tanto del explícito, como del más velado) es amplia y profunda, afectando valores
y convicciones fundamentales, así también como el modo de ser del P., puede hablarse entonces de
“conversión” (en un sentido que tiene cierta analogía con la conversión religiosa). Los intentos del T.
por transformar esas áreas fundamentales del P. los llamaremos “intentos de conversión” y
constituyen el tema de esta memoria | es_ES |