La introducción del olivo en Chile remonta desde la colonización. En la antigüedad con las plantaciones existentes en el valle del Huasco, los relatos concuerdan que existió un encuentro entre Pedro de Valdivia con pueblos originarios, producto de la necesidad de abastecerse de agua y alimentos en su ruta desde Lima hacia el centro de Chile. La historia cuenta, que el conquistador habría desembarcado en las costas de Huasco, intercambiando estacas de vid y olivo por agua para la bebida.
Las características de suelo, clima y disponibilidad de agua en el Valle del Huasco, el olivo se desarrolló rápido y exuberantemente y sus frutos sobresalieron por su tamaño y coloración negra, siendo rápidamente incorporados en la dieta de los habitantes.
En la actualidad la región de Atacama cuenta con tradición de producción de aceitunas de mesa, donde mayoritariamente se producen aceitunas en salmuera, existiendo un bajo nivel de industrialización por parte de los emprendedores locales, existiendo pequeños pero destacados productores del Aceite de Oliva con denominación de origen. Ahora bien, también existen nuevas consecuencias negativas respecto a la exploración del olivar, con la exposición de las cosechas al cambio climático, escasez del agua, salinidad del suelo e incluso problemas en el cuidado del olivo.
Para esto se situó el proyecto en un contexto donde se pueda destacar la producción del olivo como un producto agrícola clave para el Valle y como para la región, que conforma un patrimonio natural que se distingue internacionalmente y que se puede potenciar a través del oleoturismo con sus almazaras en la localidad de Huasco Bajo, punto central de la cosecha y exportación de aceite de oliva de la región.
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