Sedientas: mujeres afrontando la crisis hídrica

Abstract

Hablar de agua es hablar de vida. Si el acceso al agua y su calidad cumple con las necesidades básicas, la historia que sigue no es tan problemática. Sin embargo, si estos indicadores no son óptimos para acceder al derecho humano a ella, la historia que sigue refleja un territorio que sufre. La cantidad de agua a la que acceden las personas es determinante para tener un buen vivir, pero para las mujeres la escasez hídrica se vuelve clave. Por eso, mujeres de todas las localidades del país han accionado desde diferentes espacios para conseguir un acceso suficiente a este recurso. Desde el hogar, hasta instancias organizacionales y políticas, las mujeres han formado parte de la lucha por el agua que no es otra cosa que la lucha por la dignidad. El agua sustenta el desarrollo de los países a través de la conservación de los ecosistemas, la producción económica y el bienestar de la sociedad. No obstante, del 71% de agua que cubre el planeta, solo un 2,5% es agua dulce, es decir, que puede ser usada para el consumo humano y de seres vivos. Debido a la poca disponibilidad y al crecimiento de la demanda de agua dulce, provocado por el alza poblacional y de producción, junto con los efectos del cambio climático, se estima que actualmente en el mundo hay cerca de 3.600 millones de personas que viven en áreas con riesgo de sufrir escasez de agua al menos un mes al año, y se proyecta que esta cifra para el año 2050 podría elevarse a 4.800 y 5.700 millones de seres humanos. Sumado a esto, las lluvias —una de las formas naturales en la que se recargan las aguas superficiales y subterráneas— son cada vez menos recurrentes. Dicha anomalía atmosférica es una de las manifestaciones que tiene la sequía, la que puede ir acompañada de una baja en los caudales respecto al registro hídrico existente, generando así un desequilibrio hidrológico. Se entiende como escasez hídrica cuando el agua disponible es menor a la demanda para satisfacer las necesidades sociales, ecosistémicas y económicas, pero se genera por la forma de distribución del uso de las aguas y no exclusivamente por pocas precipitaciones o caudales anormales.