“¿Qué hace que el hombre aún ante su muerte inminente carezca
de la posibilidad de rebelión?” (Primo Levi; a propósito de
los campos de concentración y la imposibilidad de los hombres
de rebelarse en la fila rumbo a los crematorios)
Decidí hacer este documental por una noticia que me impactó
en el año 2012, sobre la contaminación de la escuela del
Greda, justo ese momento cursaba un Magíster en Educación y
me interesé por el desarrollo escolar en la zonas rurales,
la noticias no era sobre métodos y didácticas educativas, que
era mi interés primario, sino sobre la contaminación del agua
por metales pesados que bebían los alumnos en esa escuela.
Esto me llamó profundamente mi atención; ¿cómo podía
contaminarse el agua, en un centro educacional?, decidí
viajar al lugar para hacer una exploración de terreno, y me
encontré con un panorama desolador.
La escuela de la Greda se encuentra a escasos 300 metros del
parque industrial de Ventanas, una zona saturada donde
concurren 12 mega empresas que afectan y contaminan con sus
procesos productivos el radio urbano perimetral.
En conversaciones con el director de la escuela comprendí que
este problema tenía una larga data sin que las autoridades
pertinentes lograran aplicar políticas y normas eficientes
para poder solucionarlo.
El director atentamente me presentó a los niños de la
escuela. Entre ellos llamaron mi atención dos niños
sordomudos (JAIME y VALERIA) cuya abuela, devotamente los
esperaba fuera del recinto. Esta señora era en cuestión la
Sra. María González, quien al intercambiar ciertos pareceres
sobre la situación amablemente me invitó a su hogar, ubicado
en un predio de la localidad rural de Campiche.
María de Campiche (como se le conoce en la zona) es una mujer
campesina, pertinaz, de mirada directa e insondable, que
llegó a la zona a los 16 años en busca de una mejor vida para
su familia. Junto con su esposo formaron una familia de 3
hijos, su marido murió a causa de un cáncer después de haber
trabajado largo años en la fundición de Codelco en Ventanas.
En este punto fue que me interesó su temple y su íntima lucha
para contraponerse a esta gran fuerza económica e industrial
que le arrebata día a día su vida y su cultura.
Es este camino quijotesco, del resistir, del cultivar lo que
no crece, de no abdicar a sus raíces, y convicciones como ser
humano ante el avallasador entorno del capital, es que nace
la idea de plasmar en una película la observación detenida y
la escucha minuciosa de este tiempo, de este otro mundo, en
los que los límites del sistema se vuelven salvajes, y se
manifiestan amparados en la marginalidad de la distancia.
Transformándonos de hombres libres a simples cosas.
Si no logramos ver los límites del campo de concentración, es
que estamos dentro de la zona de sacrificio.
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