Por sentencia divina, toda persona se encuentra
obligada a trabajar para satisfacer sus necesidades .
En los albores de la humanidad, el hombre fue
esencialmente recolector. Vagaba sin destino teniendo por
única propiedad los escasos enseres que podía transportar a
través de las enormes distancias que debía recorrer.
En esta labor de recolección, en la que
participaba todo el grupo que conformaba una rudimentaria
familia, encontramos la primera manifestación de trabajo por
parte de menores, el que no estaba regulado jurídicamente, sino
que se regia por las instrucciones dadas por el jefe de la
agrupación, destinadas a lograr el éxito en la tarea . Así, por
la urgencia de satisfacer las necesidades, el menor se fue
incorporando desde su más tierna infancia al mundo del trabajo
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