El cáncer es el principal causante de muertes a nivel mundial, por lo que su letalidad ha llevado
a desarrollar distintas tecnologías capaces de tratar dicha enfermedad. Puesto que, al no haber
una autorregularización en el sistema de proliferación de las células cancerosas, que promuevan la reparación o eliminación del material genético (ADN) dañado, hace que sea necesario inducir la muerte celular desde un medio externo. Los LINAC se les caracteriza por emitir rayos X, cuyos fotones de los que se compone, son capaces de generar el daño biológico necesario en las células cancerígenas, para que no sigan reproduciéndose. Al ser estos capaces de romper enlaces químicos presentes en el ADN, desarrollan aberraciones genómicas que llevan a la muerte celular, dada a las condiciones precarias para su subsistencia. Demostrando, de esta manera, la eficacia con la que funcionan los LINAC en tratamientos oncológicos con radioterapia, pero también evidenciando las dificultades que podría presentar la mala aplicación de este tratamiento. Por esta razón, se suelen utilizar los LINAC como tratamiento único durante las etapas iniciales del cáncer, y donde se visualiza menor cantidad de células cancerosas, o en conjunto con otros tratamientos oncológicos como la braquiterapia, quimioterapia y cirugías, cuando la enfermedad se encuentra en una etapa más avanzada. Ya que, de esta manera se extrae gran parte de las células cancerígenas, permitiendo que se utilicen pequeñas dosis de radiación externa para eliminar a las restantes, y así lograr tratar el
cáncer.
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