Este trabajo nace de la experiencia personal. Y apenas ésta emerge, se oculta tras el velo del artificio. Es una obra dividida en dos partes, y de distintas naturalezas: una está plenamente dedicada a la pintura, mientras que la otra pretende ser literatura. La primera está compuesta por doce retablos pintados al óleo, retablos que por lo demás tienen la característica de la orfandad, de maderas olvidadas en la calle o en algún rincón oculto dentro de una tienda de muebles antiguos. La segunda es un relato, quizá un cuento, que muestra las injusticias cometidas a diario en instituciones consagradas al develamiento de la verdad. En ambas se presenta la experiencia según corresponda; una la transmite, la otra relata, y en ambas se disfraza esa experiencia en capas y capas de penumbra, de volutas y ribetes, de violentos contrastes que solo pueden pertenecer a los artificios del arte Barroco.