El modelo imperante, con su énfasis en el crecimiento y el desarrollo, hasta el punto de operar como ideología única, pone en acción una forma de temporalidad radicalmente objetivada en términos de rendimiento. Cabe preguntarse entonces, si no es el pensamiento técnico, desvinculado de sus iniciativas racionales-teleológicas, y en una instrumentalización pura, el que determina una coacción generalizada que se expresa en términos económicos. A este respecto, existe un cúmulo de fenómenos contemporáneos, que muestran una lógica que comporta una configuración del tiempo en función de su valor monetario, y en ello, el dinero funciona como una forma de tiempo condensado.