La bioética resalta la prominencia de la no maleficencia, sea como principio o como fundamentos de la moral común, pero no ha
desarrollado una reflexión más profunda sobre el mal. El presente trabajo indaga acaso el mal radical —que decreta la superfluidad de lo
humano ejercida, recurriendo a biopolíticas tanatológicas (“hacer vivir y dejar morir” según la fórmula original de Foucault)— y la banalidad
del mal entendida como maleficencia inexplicable basada en ceguera moral de los perpetradores; ambos pueden coexistir con una bioética
que rechaza el mal y requiere la responsabilidad de quienes lo cometen. La conclusión es reconocer que la bioética se opone a toda
biopolítica tanatológica y se niega a conceder que la ceguera moral sea excusa para no asumir la responsabilidad de actos maleficentes. La
teoría sobre el mal de Arendt es incompatible con la reflexión fundamentada en evaluar actos emprendidos en libertas y responsabilidad.
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Universidad Militar Nueva Granada, Departamento de Humanidades