Los piercings corporales son una práctica habitual en la sociedad actual, y consisten en la perforación de un tejido para insertar un aro u otro elemento ornamental. Este procedimiento implica la creación de una puerta de entrada cutánea o mucosa que puede permitir el ingreso de microorganismos, además de la posible formación de cicatrices anómalas. Asimismo, el aro puede predisponer a otras complicaciones como reacciones de hipersensibilidad, desplazamientos o aspiración.
Debido a esta amplia gama de posibles complicaciones, los piercings debieran realizarse en establecimientos autorizados, por personal entrenado y bajo técnica aséptica. El personal médico debe conocer el diagnóstico y manejo de estas complicaciones, y dado que la mayoría de las perforaciones se realizan en el área de cabeza y cuello, el otorrinolaringólogo debiera estar especialmente familiarizado con los aspectos médicos de ésta práctica.