Fragmentos : vida y obra de la poeta Paz Molina: amada subversión
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2011Metadata
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Poo Figueroa, Ximena Andrea
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Fragmentos : vida y obra de la poeta Paz Molina: amada subversión
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Estoy completamente obsesionada, esa es mi verdad. Su historia me intriga y me apasiona hasta el punto de haberla convertido en objeto de estudio. Elegí hacer de ella y de sus momentos una historia que se paseara por distintos escenarios, pero siempre teniéndola como protagonista, sin olvidar el curso de la realidad.
Quería contarle su propia vida para que vuelva a visitarla cada vez que se pierde, porque lo hace y se va lejos. Y cada vez que se escapa se hace más difícil su regreso. Somos varios los que tratamos de tomarle la mano y acercarla a su camino. Este es un intento más.
Van sesenta y seis años encima, no parece mucho en cifra, pero hubo días duros, durísimos que intentaron hacerla pedazos. Se ha desgastado un poco, pero se mantiene ahí. Sí, hubo momentos en los que se transformó en diminutas partículas; había que pegarla de nuevo, coserla, atarla y entregarle significado a su significante. Saussure estaría orgulloso.
Por eso, recrear su historia. Por eso, hablarle directamente, para que entienda que es para ella y por ella. Para que le quede claro que lo vivido no ha sido en vano. La huella y la herida están presentes, pero sigue adelante, perpetua, dura, condicionada a la creación, porque ese es su margen, ese es su designio.
Siempre busqué una excusa para escribir sobre su vida, para evocar sus aristas, para despojarla de su rol que nos une por sangre y permitirle que se mostrara con honestidad. No me servían las etiquetas ni tratos que se mantuvieran encasillados en roles. Son años de intentos y de entrar a laberintos los que finalizan con esta publicación.
Ella, mi abuela. Amada de la Paz Molina Venegas. Poeta, dibujante, escritora, mujer, amiga, hija, hermana, nieta, esposa, madre y abuela. Tantos roles y tantos días que pasaron y siguen pasando por y a través de su figura. Desde mi vereda la observé y tomé nota.
Señora literata de silenciosa trayectoria, pero de profunda huella entre los entendidos. Su pertenencia al círculo cerrado de los intelectuales de la prosa me causaba irritación. De ese espacio era de donde la quería sacar. Sí, porque ese juego del tipo “el que sabe, sabe”, roza lo absurdo cuando sus creaciones y las historias que la llevaron a ellas merecen ser gritadas.
Lo que pasa es que ella, con su intrínseca timidez, sólo ruge desde las entrañas cuando está armada con un lápiz y una hoja. A rostro descubierto le da pudor, le da vergüenza, pero no hay nada de qué esconderse. La empujé para que hablara, que revolviera su pasado. Fui injusta, fui incisiva. Por momentos me sentí culpable, muy culpable.
Quise deshojarla, quise absorber cada detalle de su biografía. Quise tantas cosas que mi ambición me llevó por caminos equivocados, paraderos -nunca irrelevantes- algo desiertos, algo confusos, algo olvidados. Recomponer – reconstruir fue un proceso lento.
Quise hundirme es su prosa críptica, en sus historias ocultas para dar sentido a la construcción literaria-femenina-nacional que ayudó a cimentar. Defensora indomable del género cuando nadie se atrevía a sacar la voz. Gracias a ella y sus compañeras escritoras es posible GRITAR que “(…) el feminismo está vigente hoy, aunque el lenguaje del poder y sus sometidos/as, lo quieran desconocer. Está vigente en la práctica, en la teoría, con todas sus modalidades, contradicciones, dudas, interrogaciones y afirmaciones, en su inmensa diversidad. La memoria, el cuerpo, la palabra madre, la práctica cotidiana, la realidad circundante, la resistencia en diferentes ámbitos de la vida cotidiana y del pensamiento, me lo confirman a diario” .
Paz es una de las voces que rompió con los esquemas del verso delicado-rosado-romántico. Fue parte del movimiento narrativo de la década de los ochenta que se impuso a la mordaza y censura cultural que implantó la dictadura, y logró darle sentido a los signos femeninos que se caracterizan por su corrosiva potencia. Como parte del contingente contestatario escribió los libros de poemas Memorias de un pájaro asustado (1982), Noche Valleja. (1989), Neruda aparta de mí esta sombra (1996), Cantos de ciega (1994), La boca del miedo (2002) y Verbosa dama súbita (2004). Con ellos entrecrucé la realidad de su historia. Tomé sus versos para completar la atmósfera de las escenas que constituyen sus momentos expuestos. Armé un puzzle de fragmentos; aquí el lector es bienvenido a visualizar la apuesta realizada.
Considero con egoísmo que su vida no debe quedar anónima, me tiré de cabeza a remover letras. La desarmé sílaba a sílaba para descubrir su fondo y su forma, para así compartir los resultados de mi cacería donde entrelacé la voz de Paz y del resto de los entrevistados con poemas y cuentos. Me vi en la necesidad de crear un relato donde la tensión se viera complementada por creaciones ajenas, juegos literarios que acompañarán el viaje que ha significado su vida.
“La recuperación del lenguaje lírico, a favor de una subjetividad dolida y deseosa de ser, ha sido una tentativa constante en la trayectoria de Paz Molina” . Mujer-palabra. Deseosa, explosiva. Este proyecto es un catalizador de sus experiencias que se desprenden en una narrativa en ocasiones caótica, en ocasiones fotográfica, por momentos de voz que apela y otras veces un testigo ajeno que permite el curso de la historia.
Mi búsqueda era continua, obligada. Desde la muerte de su esposo, mi abuelo Flavio Carmelo Tranchino Rodríguez, comencé a tantear el terreno de sus pensamientos porque no podía aceptar que su compañero falleciera sin que yo nunca hubiese podido descubrir la historia tras el pintor de naturalezas muertas. Tenía 15 años y una amargura profunda. Desde ahí comencé a acechar a esta mujer para poder extraer pedazos de su vida y saber quién es. Hasta que, once años después, llegué a esto.
Su voz es la que me llevó a recrearla. Mi objetivo era plantear a Paz como protagonista de su propia memoria. Gabriel García Márquez tenía razón. El epígrafe de su libro autobiográfico Vivir para contarla lo dice clarito: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. Paz evoca su propia historia como se le antoja hacerlo y quién soy yo para poner en duda sus palabras.
“Es obvio que cada individuo atesora una serie de experiencias, pero aquellas que son significativas, aquellas que merecen ser rememoradas y el propio modo en que se rememoran, están marcadas culturalmente” . Es la memoria y no el documento mi principal arma de trabajo. Un elemento que puede ser difuso y traicionero, poco preciso quizás. Pero es ahí, en lo que queda alojado, donde se mueven todas las piezas que dan vida a la presencia del individuo. Eso era lo que estaba buscando. Traer al presente personajes y sensaciones que se mueven en los recovecos del subconsciente. De poco me servían los papeles timbrados si en ellos no hay vida, si en ellos no hay reflexión alguna. De ellos, a mi parecer, no se obtienen sensaciones palpables.
Fui terca. No quise caer en el abuso de los registros formales o documentación histórica. Su presencia era para el contexto y detalle de los períodos en las que se enmarcaron sus vivencias. “Ningunear por sistema aportaciones que la desvirtúen, desoír pareceres que la contradigan, escamotear documentos que evidenciarían sus supercherías son quizás las más inquietantes peculiaridades de la Historia Oficial. Inquietantes, pues las más de las veces el fraude se perpetra descaradamente, sin tapujos, con perfidia, sin atenuantes de ningún tipo y con un solo propósito, nos maliciamos, confirmar que el poder del poder es tan colosal que le permite tergiversar la actualidad y, así mismo, el pasado” . Confiar en los elementos externos para ubicar la temporalidad fue una relación hecha con plena consciencia de los quiebres narrativos que podrían presentarse. Ésa era la idea.
General note
Memoria para optar al Título de Periodista
Identifier
URI: https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/135183
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