Abstract | dc.description.abstract | La libertad; realidad de Occidente, ha constituido el paradigma estructural de nuestra
cultura. Desde su origen en la Grecia clásica aristotélica, se ha fundado nuestra civilización
–al amparo de una razón filosófica absoluta y universal totalizante–, conformando
esencialmente con la libertad dos troncos de una misma raíz común, que se han
determinado mutuamente en el tiempo. No obstante, tal paradigma, ha sustentado un vasto
proceso de dominio, emancipación y emprendimiento técnico-material, ad infinitum,
vinculado –en uno de sus trances más significativos–, a la intercesión de los liberalismos
democráticos modernos, subordinados perjudicialmente a una calculada implantación de la
libertad y de las libertades. Desde una monopólica cosmovisión del hombre y del mundo,
ha conocido nuestra cultura una anhelada libertad, en tanto autonomía, independencia,
autorreferencia, autosuficiencia, dominio y defensa del singular ámbito particular del
–<<absoluto yo del sujeto>>–, en desmedro cualitativo del “rostro del Otro”, del prójimo y
de un verdadero humanismo del otro hombre. Lo anterior, exige intentar un recorrido
analítico-verificativo, que confirme un horizonte originario, índice del déficit y malestar
orgánico-formativo de nuestra cultura, en tanto lineamiento desmedrado ético-moralmente.
Esto, nos encamina hacia la comprehensión de una libertad en cuanto ideal parcialmente
inconsistente como referente ético del ser persona, y a la necesidad de una libertad
supeditada a principios y sentidos fundamentales, lo cual, implique una justicia
éticamente situada respecto del Otro. Para ello, se propone críticamente, desde el
pensamiento de Emmanuel Levinas, –junto a otras nociones del filósofo–, la perspectiva de
una difícil libertad instalada, en un más allá de la libertad. Difícil libertad infinitamente
responsable para con el prójimo, con una anterioridad de instancias sin nombre, sin huella
epistémica, instancias anteriores a la cultura. El intentar justificar que el curso de
Occidente ha sustentado un principio del ser en sí –libertad del ser que persiste y anhela su
eterno perpetuarse en inquietud por ser; autonomía y dominio del orbe y de los “otros” en
el tiempo–, es quizás verificable, en primera instancia, en función de una estructura dual
significativa síntoma–diagnóstico, en medida de la cual se evidenciaría –por una parte– un
ámbito empírico sintomático de constatación de hechos específicos que representarían en
la actualidad un estatus–quo de abusos implícitos-explícitos en el mundo práctico
instituido moderno y a lo largo de la historia del pensamiento; y, por otra parte, la
existencia de cierta fundamentación diagnóstica teórico-preliminar del estado que
presenta nuestra época de fin de la modernidad y puesta en crisis de la razón ilustradatécnico-
instrumental, en tanto cosmovisión pesimista y decadente en el marco de un
manifiesto nihilismo estructural tardo-moderno. Al respecto, en segunda instancia, dicho
problema, intenta ser verificable en términos fundamentales en una breve síntesis de la
libertad, –de sus presuntas inconveniencias–, en el ámbito de algunos pensadores
vi
primordiales en el proceso de instauración y evolución de la razón occidental, a saber:
Aristóteles, Thomas Hobbes, Inmanuel Kant, G.F. Hegel, entre otros. Desde esta
perspectiva, tal segundo desarrollo descriptivo-analítico, es fundamental, pues implica la
posibilidad de verificación de aquellos elementos específicos que determinarían que la
intuición preliminar planteada en primera instancia, en cuanto estatuto de una época en
crisis y pesimismo nihilista asociados a una libertad definida como genealogía y
disposición específica de un psiquismo, razón de ser y acción concéntrica totalizante,
pueda ser comprendida, en cuanto resultado necesario y consecuente –y no como
fundamento– de un proceso constitutivo surgido en cuanto paradigma de la libertad, desde
los inicios de la cultura occidental. | en_US |