Abstract | dc.description.abstract | La población chilena ha experimentado un acelerado proceso de envejecimiento demográfico.
Según el Censo 2017, 11,4% de la población son personas mayores de 65 años, proyecciones del
Banco Mundial estiman que para el año 2050 esta proporción ascendería a 24,9% del total nacional.
Este crecimiento implica una serie de desafíos como sociedad, siendo uno de estos los cuidados de
largo plazo que necesitan las personas en situación de dependencia cuya vejez está asociada a
limitaciones físicas, cognitivas y de salud mental.
Según cifras de CASEN 2017, 14,2% de las personas mayores de 60 años tienen algún grado de
dependencia funcional, lo que corresponde a cerca de 488 mil personas. Dentro de este total, 30%
son dependientes severos, quienes tienen una mayor necesidad de contar con un cuidador que les
apoye para realizar sus actividades de la vida diaria.
La persona que asume las tareas de ayuda en la realización de estas actividades toma el rol de
cuidador principal, catalogándose como formal o informal en función de su preparación técnica para
ejercer estas tareas y de su correspondiente remuneración por ejercer tal labor. Los cuidadores que
no cuentan con estas características se clasifican como cuidadores informales.
Los cuidadores informales suelen ser mujeres familiares o cercanas a la persona en situación de
dependencia cuyo trabajo es poco visibilizado para la sociedad debido a que ocurre en el contexto
familiar. El escenario en el que se encuentran es complejo, considerando que el nivel de sobrecarga
física, psicológica y emocional que frecuentemente experimentan afecta de forma negativa a su
calidad de vida. Entre los hogares donde habitan personas que están en situación de dependencia,
76% se encuentra dentro de una escala socioeconómica baja y media-baja (Hojman et al, 2017).
En cuanto a las consecuencias sobre el hogar, estas pueden ser de tipo económico, social y de salud.
Si estos impactos no logran ser manejados de manera correcta o exceden la capacidad del hogar
para ser controlados, las consecuencias sobre el cuidador y las familias pueden generar una
situación de mayor vulnerabilidad social.
El Programa de Atención Domiciliaria a Personas con Dependencia Severa (PAD) es una iniciativa del
Ministerio de Salud la cual brinda apoyo al hogar donde habita una persona que se encuentra en
situación de dependencia severa. Los beneficios que se otorgan se hacen sobre dos sujetos; la
persona en situación de dependencia severa y su cuidador principal, y para cada uno se plantean
intervenciones que se llevan a cabo durante el periodo de tiempo en que se mantenga esta
situación. En el caso del cuidador, el equipo domiciliario realiza una capacitación en materias de
cuidados de la persona en situación de dependencia, organiza sus controles médicos e instruye en
aspectos del autocuidado de la salud. Además, monitorea su nivel de sobrecarga para luego
planificar una derivación en caso de ser necesaria.
El objetivo de la presente investigación es evaluar si los esfuerzos de intervención del PAD sobre el
cuidador informal tienen algún efecto sobre su sintomatología depresiva, considerando que es un
componente frecuente dentro de las diversas consecuencias negativas que la experiencia de cuidar
puede tener sobre el cuidador informal.
El impacto del programa se evalúa mediante el método de estimación de Propensity Score
Matching, comparando los resultados de sintomatología depresiva entre grupos de cuidadores
informales. Para lograr medir este efecto se utilizan datos de la Encuesta de Protección Social 2015,
donde se seleccionan a cuidadores informales según su estado de participación en el PAD y a
quienes se les ha aplicado el cuestionario PHQ-9, instrumento de auto reporte que permite detectar
sintomatología depresiva. | es_ES |