Abstract | dc.description.abstract | El cuerpo no es solo lo impensable, sino lo que permite señalar lo impensable. Quizás sea el límite del pensamiento, demasiado íntimo a él. Su límite. Múltiples filosofías modernas presentan cuerpos demasiado firmes, asegurados, disponibles: alucinantes, gigantes, divinos, pero tal vez demasiado figurados, contorneados o simbolizados. A veces el cuerpo en Occidente señala cierta materialidad estable, que calma nuestra dudas. Pero si a mí el cuerpo me asedia, es porque acontece como irrupción, desborde anárquico. Ahí donde aparece el cuerpo, yo desaparezco. Hoy emergen por doquier cuerpos inauditos, más masivos y polimorfos que nunca. Es cierto, el cuerpo siempre estuvo, pero como soporte de la Historia, reprimido, invisibilizado, empleado para dar sentido. Pero si nuestra hipótesis es correcta, la muerte del alma manifiesta cuerpos desprovistos de misterio, hiperexpuestos, ensangrentados por la catástrofe. Aparecen en su dimensión insólita, volcánicos, estallando y tensionando la forma en que los representábamos. Sin embargo, este pensamiento de la muerte del alma ha llegado demasiado pronto. Occidente como cuerpo tiende a ser una coraza rígida, traza fronteras de contención defensivas representando el más allá de su límite como fuerzas desbordantes y anárquicas. El lugar vacío del alma será ocupado infinitamente, condenado a fallar, con el objetivo de inventarle un alma a esos cuerpos ahora sin interioridad. | es_ES |