¿Qué elementos posibilitan la implementación de la coeducación en Chile?

Abstract

La desigualdad entre hombres y mujeres constituye una parte importante del modelo de desarrollo chileno (Hardy, 2017), a pesar de la evidencia en torno a la equidad como un impulsor de crecimiento de los países (Pearson y Sweetman, 2011). Estas desigualdades y reproducción de estereotipos, que se observan y generan en diversas dimensiones (escuela, trabajo, pensiones, cargos de poder, entre otras), y se hacen visibles en el cotidiano, impactarán en que las mujeres sean quienes enfrentan mayores barreras y peores resultados en la participación económica, política y social, estén sub representadas en la toma de decisiones, tengan mayor expectativa de vida, pero ganen menos y sean más pobres, y sean, en mayor cantidad que los hombres, víctimas de violencia de género (Fraile, 2014; Glick y Fiske, 1997; Mizala, 2014; ONU, 2017; Suárez y Gadalla, 2010). En educación la situación se torna dramática: las brechas de género desde el aula impactan de manera significativa en la trayectoria futura de las niñas y adolescentes (ComunidadMujer, 2018). En promedio, la escolarización de las niñas es un 3% menor que la de los niños (MDS, 2017), en las pruebas estandarizadas los resultados son, en promedio, significativamente menores para las niñas en matemáticas y en lenguaje para los niños (Agencia de Calidad de la Educación, 2019) y, a 2015, Chile tenía la brecha más alta OCDE en las pruebas internacionales TIMSS y PISA, al obtener los niños puntajes promedio significativamente más altos en Ciencias y Matemáticas (OCDE, 2015). A su vez, si bien son las mujeres quienes terminan con mejores calificaciones la educación secundaria, y quienes presentan menor deserción, los puntajes que obtienen las mismas en el ingreso a la universidad son en promedio menores que los de los hombres, y optan por carreras con menor prestigio y remuneración mercado promedio (DEMRE, 2017; SIES, 2018)1 . Será fundamental entender que la escuela es un agente que reproduce la cultura, en una reproducción que tiene como base el beneficio de lo dominante por sobre lo dominado (Bourdieu, 2000). En la escuela, el género se constituye como un principio organizador, que se aplica en las actividades del aula, el uso del espacio, las asignaturas, las prácticas administrativas e incluso los uniformes. Así, el rol de la escuela es esencial en la (de)construcción y transmisión de los patrones culturales de género, y los establecimientos educacionales serán fundamentales en la socialización desde el enfoque de género y la consecución de la equidad sexual.