Abstract
Compartir un espacio es, quizás, la forma más básica de coexistencia. Mientras más estrecho sea, más conflictos potenciales puede haber. De ahí que esta forma de vivir juntos ha sido escasamente promovida por las políticas públicas. Sin embargo, este artículo argumenta que, anta el déficit habitacional que enfrenta Santiago y la carencia de nuevos suelos bien localizados donde construir, ese enfoque puede ser la solución.
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Artículo de publicación SCIELO