Abstract | dc.description.abstract | En la tercera parte de El evangelio americano (Buenos Aires, 1864), cuando Francisco Bilbao (1823-1865) afirma que «la historia de la libertad no es la historia de la civilización» (127) o que la revolución no es histórica (128), sino «innata, omnipresente» (130), y llama al Nuevo Mundo a no vestirse con las viejas ropas de Europa ni a contaminar «el espíritu libre con las teorías de los esclavos» (129), el intelectual chileno tiene plena conciencia de que su interpelación metarreflexiva se dirige al nudo del pensamiento de su época. A lo que convoca es, precisamente, a desatar ese nudo que nos mantiene turbados, pues en ese nudo se halla aprisionada la historia completa de la libertad que ha sido mal dicha, construida sintagmáticamente en un trayecto que no la expresa, que no sólo la disimula con ropas prestadas, sino que además la niega al negar su andanza. Y pues desde que escribimos sabemos que pensar es andar sobre nuestros decires, uno tras otro, y que la libertad es muchas veces negarlos y reescribirlos. Para Bilbao, lo que toca a la libertad en su tiempo es perturbar, dislocar el trayecto a través del cual los americanos se habían pensado y que los había definido como la culminación necesaria de un diseño político (de poder) que los proscribía de su propia experiencia. Des-orbitar Europa, realinearnos en torno de la maravilla de esta naturaleza fértil de inteligencias poderosas que componen la América será, propone Bilbao en el momento en que escribe su Evangelio, la tarea de la libertad que, en ese sentido, no es «fundacional» puesto que ¡no hay un día de la libertad… | es_ES |