Abstract | dc.description.abstract | Los Lisperguer y la Quintrala (1877), de Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), se reconoce a sí mismo como un texto historiográfico constituido sobre la base de documentos. Está compuesto de once capítulos o «cuadros» (según nominación del narrador) en los cuales se desarrolla el argumento propiamente tal y dos apartados: uno al comienzo, «Orígenes», que oficia como presentación del libro, y el «Apéndice», que consiste en una serie de documentos legales y personales que vendrían a refrendar y sostener la veracidad de las afirmaciones vertidas a lo largo del libro.
En «Orígenes» el narrador presenta a la Quintrala, adjetivándola vehementemente y figurándola como una encarnación de la maldad feminizada.Mujer poderosa, que vive exclusivamente para su satisfacción, conducida por su egoísmo, voluptuosa, sin límites morales, la Quintrala es, se nos anuncia: «la opulenta e irresponsable Mesalina […] la Lucrecia Borgia y la Margarita de Borgoña de la era colonial» (1). Símil de la femme-fatal y de la harpía, de belleza maldita y monstruosa en sus intenciones, «la siniestra Quintrala […] [esa] rea del infierno suspendida a su puerta por un cabello» (1), va a ser definida en la obra, tal como se anuncia ya desde el inicio, a través de todo tipo de hipérboles y figuras condensatorias, connotativas de la ferocidad y la amenaza.
En segundo lugar, «Orígenes» enfatiza los vínculos de esta familia –de la cual la Quintrala es emblema– y las casas solariegas del Mapocho (2), que reconocen en «aquellos memorables Lisperguer» (3) los «abolengos forzosos de esta gran ciudad, de sangre azul» (3)… | es_ES |