Reflexión sobre la marcha: una memoria en torno al arte

Abstract

La complejidad de la proyección de una obra siempre parte para mí desde el viaje pues es en ese momento que la mente yace en un estado intermedio. El transitar desde el hogar al trabajo, y viceversa, es un periodo latente de mi propia mente ya que a las andanzas por la calle se suspende toda acción más que la de caminar, archivando todos los quehaceres para cuando se llega a destino. Quizás por esa razón es que cuando recorro los caminos es que aparecen los fragmentos, la basura y los retazos por sobre el paisaje. En ese instante fortuito donde uno se dedica a contemplar la extrañeza de esos objetos e imaginar su historia pasada es que el mundo se construye en la conciencia a través de conceptos, materiales, modos e intuiciones. Una vez presentes en la mente es difícil desligarse de los fragmentos ya que estos terminan siendo reflejo del paisaje y de uno mismo. Es en esa voluntad por resguardar esa pequeña realidad ensimismada lo que me impulsa a recogerla de la calle, a limpiarla, a guardarla y, finalmente, a volverla en obra. Porque en cierto modo, volver el fragmento en objeto de contemplación es también enaltecer su existencia, separándose de su estado de indigencia a modo que el escombro vuelva a tener una vida propia. Así es posible armar un entramado de relaciones entre la materialidad que aparece en las calles con las diferentes esferas de la cultura, de la historia y de las sociedades.