Conversaciones con cinco poetas de los ochenta
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Cuando me propuse obtener mi título de periodista pensé en que el proyecto para lograrlo debía cumplir dos condiciones. Primero, que me motivara y no fuera algo para entregar y “salvar” la situación. Segundo, que estuviera relacionado con la literatura –especialmente la poesía- y con lo cultural, porque es mi opción en el periodismo.
Puesto en esta perspectiva, llamé a Teresa Calderón y le propuse mi idea. Sin conocerme ella aceptó, tal vez motivada por la magia que provoca la poesía. Así fue como elaboré mi proyecto de memoria que titulé pretenciosamente “Conversaciones con la Poesía de los Ochenta”, en un intento por acercarme al pensamiento de los escritores que siempre admiré. En este trabajo, por lo tanto, existe una satisfacción a un deseo personal. No obstante, pienso que de las conversaciones pueden extraerse respuestas generales y compartidas por la poesía de los ochenta.
Preferí plantearme el asunto de la memoria como poesía de los ochenta en lugar de hablar de “generación” (del 87 en este caso), porque el concepto de “generación” aparece como muy mecánico. No creo que la sensibilidad que comparten estos poetas se deba a su año de nacimiento. Sí pienso que han compartido experiencias de vida trascendentales que los han agrupado en torno a una sensibilidad. Como dijo la propia Teresa Calderón estos poetas no pueden encasillarse en una “generación” porque aquello sirve para “tiempos normales” y no para “tiempos de guerra”.
En este sentido, hablo de poesía de los ochenta porque ellos comenzaron a publicar en esos años o en sus umbrales. Me refiero a que el parámetro que uso es que la producción poética rindió frutos en los ochenta y tal vez aquí pueda introducirse el mecanismo generacional; pero es tan disímil la edad de algunos de los entrevistados que esa herramienta se ve desarticulada.
Por ejemplo, el más joven es Andrés Morales (1962) y el más veterano es José Angel Cuevas (1944). ¿Qué me hizo creer que ellos pertenecen a un mismo momento poético? A pesar de que el primer libro de Cuevas de es 1979, él desarrolla su obra a partir de los ochenta, igual que Morales. Ambos pertenecen a una sensibilidad que trasciende el mecanismo generacional. Además el propio José Angel Cuevas señaló tajantemente que él no se sentía para nada miembro de la promoción de los sesenta . Se lo concedo. Entonces me permito incluirlo en esta tentativa de acercamiento a esa poesía que se asomó asombrada a un Chile agobiado por las circunstancias políticas que le toco vivir.
Muchos partieron al exilio y se desarticuló el tejido literario. La estructura “generacional” que había funcionado hasta ese momento pierde sentido frente a la trascendencia de los hechos que estaban ocurriendo. No se podía prever que un país con tradición democrática abandonara ese camino y menos que la literatura sufriera los embates de una aplanadora que intentó desmembrar toda la cultura. Sólo basta recordar el caso de la intervención de las universidades, entre muchas otras cosas.
No es tarea fácil encontrar textos de poesía de estos autores en el mercado; salvo excepciones, “lo comercial” impera sobre “lo cultural”. Fueron largas horas de recorrer librería tras librería para poder encontrar algún texto que me sirviera. Debo agradecer la desinteresada ayuda de la poeta-investigadora María de la Luz Moraga, quien amablemente me surtió de libros e ideas respecto de estos autores. Asimismo, es necesario mencionar la buena voluntad de una “librera” que me conmovió profundamente. Era un día más de búsqueda cuando llegué al segundo piso de una galería en la tradicional calle San Diego y pregunté sin mucho ánimo por textos de poesía de autores jóvenes no tan jóvenes. Resignado a la negativa, obtuve una sorpresiva respuesta que me hizo recuperar la fe en esta idea que se me había ocurrido:
“Sí –me dijo la señora-, allá arriba tengo los libros que me han traído estos niños que ahora no son tan jóvenes”.
No pude contener mi euforia y estiré mi brazo aunque sabía que no podía llegar tan arriba en ese alto estante.
“Espera –me volvió a hablar- aquí tienes una silla”.
Si bien ese rincón no era el mejor lugar para los poetas, ella guardaba los libros con mucho cariño. Esta experiencia me sirvió para comprobar que más allá de las leyes irrefutables del mercado, existe algo que hace que las personas crean aún en eso que llaman alimento del espíritu.
Estas conversaciones intentan poner en escena el discurso de los propios autores y debido a eso el espacio destinado a las entrevistas representa el eje central de este trabajo. No aspiro a dar cuenta de todo un movimiento literario; esa es una tarea imposible. Busco esbozar, anotar algunos datos relevantes de la poesía de los ochenta, apoyado en la visión de cinco protagonistas, así como contextualizar la producción literaria de estos escritores.
De este modo, me parece más realista hablar de “Conversaciones con Cinco Poetas de los Ochenta” y así evitar etiquetas retóricas y grandilocuentes, a la vez que acotar el asunto de esta memoria.
Los entrevistados son: Andrés Morales, Eduardo Llanos Melussa, Jorge Montealegre, Tomás Harris y José Angel Cuevas. Cinco poetas que aceptaron someterse a un extenso cuestionario.
Los escenarios de estos encuentros fueron disímiles: salas universitarias, la Biblioteca Nacional, la Sociedad de Escritores de Chile y el virtualismo de una conversación cibernética. En todos estos lugares el espíritu que animó cada reunión fue ese algo mágico, irrefutable, que tiene la poesía.
General note
Memoria para optar al título de Periodista El autor no autoriza el acceso a texto completo de su documento
Identifier
URI: https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/136179
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