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Professor Advisordc.contributor.advisorRodríguez Ortiz, Raúl Antonio
Authordc.contributor.authorGaona Aburto, María José 
Staff editordc.contributor.editorInstituto de Comunicación e Imagen
Admission datedc.date.accessioned2016-01-07T19:26:39Z
Available datedc.date.available2016-01-07T19:26:39Z
Publication datedc.date.issued2015-12
Identifierdc.identifier.urihttps://repositorio.uchile.cl/handle/2250/136260
General notedc.descriptionMemoria para optar al título de Periodistaen_US
Abstractdc.description.abstractAl transitar por la comuna de Pedro Aguirre Cerda resulta imposible no preguntarse por aquella inmensa infraestructura abandonada. Son los restos de lo que habría sido el hospital más moderno y grande de Latinoamérica; fragmentos de recuerdos del “Hospital Ochagavía”, más conocido como el “Elefante Blanco”, cuya cinta nunca fue cortada debido al Golpe de Estado en 1973. En la antigua Tailandia, los elefantes blancos eran sagrados y debían ser mantenidos con veneración y servidumbre; no podían ser vendidos o intercambiados por lo que resultaban muy costosos. Los antiguos reyes utilizaban a éste animal como un sutil castigo para sus sirvientes; en vez de encarcelamientos o algo similar, obsequiaban uno de estos elefantes. Al ser tan lujosos y costosos, terminaban destruyendo la economía de sus dueños, es decir, sólo ocasionaban problemas. En la actualidad, se le llama elefante blanco a toda propiedad que termina generando grandes gastos y no entrega beneficios en relación a su alto costo. El Hospital de Ochagavía se ganó el apodo ya que hasta hoy continúa sin ser terminado o utilizado para otro propósito que no fuese un centro de salud. Este hospital se ha convertido en una verdadera molestia para los vecinos, ya que el contemplarlo se convierte en un recordatorio viviente de que en Chile la construcción de hospitales no es cosa fácil. En los años 70 comenzó la construcción del denominado “Elefante Blanco”, símbolo de la concepción del rol del Estado como garante del derecho a la salud, donde la construcción de hospitales y el resguardo a la salud de la población era de responsabilidad mayoritariamente pública. 45 años después, el Estado chileno aún no ha podido hacerse cargo del déficit hospitalario. La construcción de infraestructura sigue siendo un dolor de cabeza, pues la inversión inicial junto con la mantención posterior de los recintos son tareas complejas por el alto nivel de gasto público. En el intento de resolución de estas complejidades, y desde antes de la truncada construcción del Hospital Ochagavía, Chile ha transitado por variadas formas y reformas para financiar, construir y administrar recintos hospitalarios. Los últimos hospitales construidos hasta la fecha fueron bajo la modalidad de concesión, inspirada en un sistema de tendencia europea que asegura ser más eficiente para el Estado. Fue en mayo de 2005 cuando en el gobierno del Presidente Ricardo Lagos, el Ministerio de Salud solicitó formalmente al Ministerio de Obras Públicas, mediante un convenio de mandato, la concesión de los primeros establecimientos de Salud, comenzando los estudios y evaluaciones necesarias para invertir en el área a través de la vía concesionada. Sin embargo, el proyecto que pretendía concesionar el Hospital Salvador Geriátrico no fue ejecutado en ese periodo, por lo que se legó a la primera administración de Michelle Bachelet. La mandataria licitó en el año 2009 los primeros hospitales concesionados, en las comunas de Maipú y La Florida. Así, se materializó en Chile el primer proyecto de concesiones de infraestructura hospitalaria, que funcionarían de manera experimental para poder evaluar si el sistema de concesiones era conveniente o no para el sector salud. Luego, el terremoto del 27 de Febrero del 2010 generó grandes daños en la infraestructura hospitalaria. En total, 18 servicios de salud fueron afectados, que comprenden el 71% de la red hospitalaria del país. De estos, sólo 51 hospitales pudieron seguir operando sin mayores problemas, 17 resultaron completamente inhabilitados y 62 con serios daños, ocho de ellos de tipo estructural. Ante la inmensa necesidad de reconstrucción en el país, el gobierno del Presidente Sebastián Piñera tomó la decisión de usar los fondos sectoriales para reponer los hospitales afectados. Para construir los nuevos establecimientos, el gobierno abrió una amplia cartera de concesiones que incluía 13 hospitales. Pero el descontento de los trabajadores de la salud, usuarios y especialistas alertaron al gobierno de Piñera sobre los efectos negativos que podrían generar las concesiones en calidad de la salud pública. Se desarrolló así, una fuerte oposición que profundizó las dudas sobre la real eficiencia de la modalidad de concesión aplicada a los hospitales, pues terminaron siendo un 80% más caro a si hubiesen sido construidos por la vía tradicional. Tanto así, que en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, la presidenta decidió frenar las concesiones, dejando 5 hospitales concesionados en la red de salud pública. Las fallas técnicas, los sobrecostos, las acusaciones de delito y, por sobre todo, el profundo debate sobre el derecho a la salud, hacen de las concesiones hospitalarias una reforma que es rehuida, pero clave en la salud pública chilena de los últimos 25 años. ¿Serán los hospitales concesionados los nuevos elefantes blancos de la salud chilena?en_US
Lenguagedc.language.isoesen_US
Publisherdc.publisherUniversidad de Chileen_US
Type of licensedc.rightsAtribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Chile*
Link to Licensedc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/*
Keywordsdc.subjectPrivatizaciónen_US
Keywordsdc.subjectHospitalesen_US
Keywordsdc.subjectClínicasen_US
Títulodc.titleElefantes blanco: hospitales concesionados y la profundización de la privatización de la salud pública chilenaen_US
Document typedc.typeTesis


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