Auge y caída de las revistas deportivas en Chile
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Semanas antes del comienzo del Mundial de Francia 1998, en Chile fue lanzada, en una ceremonia que se realizó en el Centro de Eventos CasaPiedra, la revista El Gráfico Chile. A este acontecimiento concurrió gran parte de la comunidad periodística deportiva de Santiago y de las regiones. También asistieron importantes ejecutivos de la Empresa El Mercurio S.A.P., que había establecido una alianza estratégica con la Editorial Atlántida, de Argentina y propiedad de la familia de Constancio Vigil, destinada a producir, imprimir y distribuir esta tradicional revista del deporte en Chile. Tiempo después, en mayo, en el Estadio Palestino, la revista Don Balón efectuó su acostumbrada premiación a los futbolistas más destacados de la temporada 1997. En este acto estuvieron algunos de los seleccionados que dentro de poco partirían a Francia y también el director del diario La Tercera, Fernando Paulsen, cuya presencia era producto del pacto que en febrero de ese mismo año la revista había logrado con el Consorcio Periodístico de Chile S.A. (Copesa) y que le permitía circular por el país junto con el principal diario de la empresa, a un costo rebajado y como un plus para los lectores tradicionales de ese periódico. También asistió, como acostumbraba desde que el semanario se avecindó en el país, Rogelio Rengel, dueño de Don Balón España, la casa matriz de la revista que por entonces se preparaba, además, para lanzar una franquicia en Perú.
Ambos hechos daban cuenta, entonces, del aparente grado de madurez que parecía haber alcanzado el periodismo deportivo escrito en el país. Tal aseveración encontró respaldo en la relativamente positiva respuesta de ventas y avisaje que ambas revistas obtuvieron durante el período en que la Selección Chilena estuvo en Francia. Incluso dicha visión tenía una evolución paralela en Argentina: baste recordar que en una señal de su fortaleza editorial, El Gráfico de Argentina tomó la decisión de desplazar a Europa, para seguir el progreso de su selección en el Mundial, a una redacción completa. Literalmente, este equipo se instaló en una lejanísima plaza para dar la señal de que no iba a haber detalle del Mundial ni de la selección albiceleste que escapara a su reporteo. Una inversión que en ese tiempo parecía privativa de las cadenas de televisión -que por avisaje tenían más que asegurada una parte del financiamiento- ahora se veía en un medio de prensa escrita. No cabía dudas. Las revistas sudamericanas entonces brindaban la más clara sensación de haber alcanzado su consolidación. Por cierto, El Gráfico había efectuado experiencias similares desde el Mundial de España 1982, al que el representativo de su país asistió en calidad de campeón defensor.
Sin embargo, menos de un año después, la revista El Gráfico Chile dejó de circular. Un año y medio más tarde, en diciembre de 2000, revista Don Balón pasó a ser mensual y casi la totalidad de su equipo periodístico y comercial fue despedido. La publicación empezó a ser impresa en España y ya en enero de 2004 definitivamente dejó de aparecer. En abril de 2002, un camino semejante tuvo que recorrer El Gráfico Argentina. La revista más tradicional de Sudamérica pasó también a ser mensual y, según las visiones más pesimistas, en la actualidad no es más que un complemento de la empresa Torneos y Competencias, su actual propietaria, con el propósito de ampliar algún acontecimiento deportivo al que tenga intención de otorgarle un mayor alcance. Hasta hoy, se carece de razones adecuadas para explicar, con cierto grado de certeza, los por qué del repliegue de esta clase de periodismo escrito. La mayoría de los acercamientos a esta situación a menudo suelen tratarse de juicios generales e informales. Está ausente un análisis autocrítico que tenga la capacidad de esclarecer las fallas particulares de este tipo de soporte.
Los antecedentes mediatos para comparar la situación son variados. Hasta el momento en que en Chile El Gráfico y Don Balón cerraron o dejaron de ser semanarios, pese a las reiteradas crisis de toda naturaleza, el público interesado siempre había tenido la posibilidad de comprar un semanario deportivo. No es necesario un análisis muy profundo para recordar que en 1982, a pesar de la devaluación del dólar y el fracaso de la Selección de Luis Santibáñez en España, la afición podía acceder a la Revista Deporte Total, que subsistió hasta fines de la década de los ’80, cuando quien quisiera seguir informándose por un medio a parte de los diarios tenía la oportunidad de comprar la Revista Minuto 90. Y así, de forma sucesiva, jamás se registró un pasaje durante el cual este tipo de público se quedará huérfano de un magazine al cual acceder. Este razonamiento puede correr el riesgo de soslayar, efectivamente, que la descripción de este panorama puede ser al revés: fue el público interesado en comprar revistas el que con el tiempo se empezó a contraer y la situación actual no es más que el reflejo de ese proceso. Y quienes aún conforme esta categoría pueden enfocar su interés, en caso extremo, hacia El Gráfico Argentina o una revista italiana, alemana o francesa que es importada de forma directa por alguna librería especializada.
General note
Memoria para optar al título de Periodista El autor no autoriza el acceso a texto completo de su documento
Identifier
URI: https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/136310
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