Shocks de oferta persistentes: ¿un dolor de cabeza para los bancos centrales?
Author
dc.contributor.author
Morandé Lavín, Felipe
Author
dc.contributor.author
Tejada, Mauricio
Admission date
dc.date.accessioned
2018-07-17T20:11:51Z
Available date
dc.date.available
2018-07-17T20:11:51Z
Publication date
dc.date.issued
2009
Cita de ítem
dc.identifier.citation
Economía Chilena Volumen 12 Nº 3 diciembre 2009
es_ES
Identifier
dc.identifier.issn
0717-3830
Identifier
dc.identifier.uri
https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/149954
Abstract
dc.description.abstract
En los años 2007 y 2008, la economía chilena
experimentó severos shocks de costos, los que
resultaron ser más persistentes de lo que se pensaba
cuando se iniciaron. Las fuentes fueron variadas. A
nivel mundial, la mayor gravitación de economías
emergentes en los mercados internacionales, como
fue el caso de China, cambió los precios relativos. En
particular, los precios de los productos manufacturados
tendieron a caer, mientras que los de las materias
primas se incrementaron de manera importante. Un
caso específico fue el petróleo, cuya mayor demanda,
sumada a una oferta operando a plena capacidad y a
mercados altamente especulativos, llevó sus precios
desde valores cercanos a 30 dólares el barril a
principios de la década, a cifras que superaron los 140
dólares en su punto más alto (junio 2008). Además,
y en relación con lo anterior, la búsqueda de fuentes
energéticas alternativas como los biocombustibles
llevó los precios de los alimentos (principalmente los
granos) a niveles impensados unos años atrás.1
Las tendencias financieras mundiales también
contribuyeron a la escalada de precios de las materias
primas. En efecto, la depreciación efectiva del dólar
incrementó, por un lado, el poder de compra de los
países productores de petróleo y otras materias primas
(y, por tanto, su demanda) y, por el otro, los costos de
los insumos en otras monedas. En el plano interno,
en tanto, los constantes recortes a los envíos de gas
desde Argentina y los déficits recurrentes de agua
embalsada aumentaron de manera importante los
costos de generación eléctrica y con ello los precios
de la energía. A lo anterior se sumaron factores
climáticos, como sequías, que afectaron los precios
de los productos agrícolas en el país.