Abstract | dc.description.abstract | Durante el período Meiji se determinó la apertura oficial del sistema de castas. Lo que significó que los parias del período Tokugawa –denominados eta y hinin-, pasaron a ser “nuevos ciudadanos”. Sin embargo, a pesar de la “liberación”, continuaron siendo vistos como un grupo aparte, siendo aislados y rechazados, existiendo entonces cierta continuidad con el grupo anterior, pero pasando a ser denominados “burakumin”. Tradicionalmente eta y hinin desarrollaron actividades relacionadas con la muerte, tales como funerarios, carniceros, mataderos y curtidores de cuero. Incluso antes del periodo Tokugawa, se fue formando un estigma alrededor de este grupo, el que se extendió al Japón contemporáneo impidiendo la integración del grupo a la sociedad. En la realidad socio-cultural de Japón, se observa una estrecha relación con las religiones. Las más importantes son el budismo, confucianismo y shintoísmo, las que han otorgado creencias, comportamientos, actitudes y valores a la sociedad. No se puede entender la cultura de Japón sin estudiar sus religiones, pues el nexo es inseparable. De esa manera, observamos la existencia de valores sagrados que han fundado el funcionamiento de la sociedad, y que tienen su raíz en los planteamientos de estas religiones. Al tener esto en cuenta, podemos descubrir cómo los valores sagrados en el Japón contemporáneo han influido en la permanencia del estigma burakumin. El valor de la pureza, se relaciona con mantenerse alejado del kegare (contaminación), traídos por los efluvios de la muerte y del cuerpo; pero también tiene conexión con actitudes y comportamientos considerados puros: honestidad, armonía y lealtad, por ejemplo. La familia por otra parte, es otro de estos valores, siendo la base de la sociedad afirmada en un engranaje de deberes recíprocos. Y por último: el orden, que se liga también a la pureza en tanto representa la configuración deseada dentro de la sociedad. De manera que se busca mantener el orden, sobre todo en pos del grupo. La relación que establecemos entre la permanencia del estigma y estos valores, la entenderemos al ver que el estigma que se formó en torno a los eta y hinin, y que pasó a los burakumin, se relaciona con el kegare. Por lo tanto, al ser vistos como contaminados, se convierten en atentados a la pureza. Así, el estigma de los burakumin, que engloba todo aquello que la sociedad desprecia, representa un peligro para sus valores sagrados. Es entonces, al querer resguardar estos valores, cuando la discriminación aparece. | es_CL |