Abstract
La inclusividad debe constituirse en un principio activo de orientación de la gestión cultural, una suerte de horizonte normativo que guíe las acciones de quienes se dedican a ella, en el entendido de que, con cada actividad cultural que generemos, estamos contribuyendo a forjar una versión del espacio público más restrictiva o más abierta, más homogénea o más diversa, más exclusiva o más incluyente.